Desde el infierno hasta la calle Larga
Eduardo Losantos ha pasado de formar parte de una mafia peligrosa a ejercer como mimo; Marcado de por vida por un oscuro pasado que nunca podrá olvidar, ahora se gana la vida honestamente en la vía principal de Jerez
JEREZActualizado:Eduardo Carlos Losantos, vestido de chaqueta y pantalón multicolor, guantes blancos y con la cara pintada con corazones rosáceos y llenos de purpurina, forma parte del ruidoso entorno que conforma la zona céntrica de la ciudad, frecuentada a diario por cientos de jerezanos. Y lo hace bajo un disfraz de mimo que adquirió hace ya algún tiempo. En silencio. Casi como una estatua.
Así puede llegar a permanecer quieto durante horas, a pie de la calle Larga y sujetando una rosa roja de tela, con tal de conseguir unos cuantos euros que le ayuden a él y a su familia. En la boca lleva un pequeño objeto que le permite emitir ruidos extraños, que cada cierto tiempo utiliza para llamar la atención de los transeúntes que pasean a su alrededor.
Son casi la una y media del mediodía y en su cesta, cubierta con un paño blanco y negro, solo se contemplan unas cuantas monedas. Quizás demasiado pocas. Y es que hoy «no parece estar muy animada la cosa». Es más, comenta que los días fuertes son los sábados y domingos, cuando puede llegar a ganar uno 30 o 35 euros, mientras que a diario no llega a los 10 euros.
A pesar de las apariencias, Losantos no nació para ejercer de mimo; pero como bien es sabido, «la vida da mil y una vueltas, tantas que puedes llegar incluso a marearte». Marcado por una larga y dura trayectoria personal, su historia se remonta a Portugal, país que le vio nacer hace ya cerca de 44 años. Lugar en el que, bajo la atenta mirada de sus abuelos, creció sin apenas obstáculos, hasta que un día, esa casi efímera felicidad, le es arrebata tras la muerte de sus tutores cuando tan solo contaba los 14 años. Es a partir de este punto, solo, sin una familia que quisiera hacerse cargo de él, cuando toda su vida da un giro de 180 grados que le lleva a lanzarse a nuevas aventuras que le introducirán en el lado más oscuro de la sociedad española.
El viaje
«Siempre había soñado con España, desde que tengo uso de razón», por eso mismo decidió iniciar un viaje que le terminó llevando a Badajoz, y por consiguiente a un centro de menores de esa ciudad. Sin documentación, sin nadie que respondiera por él e inmerso en ese espacio, Losantos comenzó a conocer a «esos contactos» que más tarde le encaminarían hacia un mundo desconocido para la gran mayoría. Desde bandas de cabezas rapadas hasta formar parte de mafias de las que apenas se atreve a hablar.
Empezó en Valencia, pero fue su paso por Madrid el que le hizo ganar mucho dinero, «tanto como siempre había querido tener, pero el precio a pagar fue aún mayor». Sumergido en el lado oscuro, involucrándose de lleno en redes que le mandaban realizar «ciertos trabajos» a cambio de unos cuantos billetes, a la vuelta de la esquina le esperaba otra gran sorpresa, siete años de cárcel que le dejaron más marcas de las que a simple vista se pueden apreciar por todo su cuerpo.
Un camino que le ha tocado recorrer y que a día de hoy todavía le cuesta recordar. Con la mirada perdida asegura que «hay cosas que nunca se olvidan, simplemente aprendes a vivir con ellas». Por eso, ahora se gana la vida honestamente, tratando de estar en paz consigo mismo, sin molestar a nadie y sin meterse en problemas, y con la tranquilidad de que al final de la jornada volverá a casa sano y salvo. A encontrase con su mujer y su hija, a las que tanto quiere, y a las que desde hace tres años también lleva grabadas en su piel, con el tatuaje que según cuenta le «faltaba» para completar sobre la superficie de su piel.
En la actualidad, Eduardo Losantos es solo un mimo de pocas palabras y con un oscuro pasado, pero que aporta un toque de color a la jerezana calle Larga, con sus globos en forma de espada, flor o corazón, que tanto gustan a los más pequeños. Para a fin de cuentas conseguir lo que todo el mundo quiere, que es sobrevivir.