VERGÜENZA PROPIA
Actualizado: GuardarUna señora de unos 60 años, rubia, collar dorado al cuello, camiseta morada y varias pulseras en la muñeca. Al lado, otra algo más joven, gorda, dientes desiguales y pelo de aspecto sucio y despeinado. Justo detrás, un hombre canoso, con perilla, gafas y un anillo algo pomposo y hortera en uno de sus dedos. A su derecha, otra mujer, de unos 30, también con gafas y con pelo teñido. Todos salen en la foto, y en la tele, gritando como posesos. Al otro lado del de la perilla, un par de chavales con el pelo casi rapado por los lados y de punta por arriba. Angangos. Estos dos aparecen muertos de risa. Y debajo de la mujer de las gafas, una niña, agarrada a la valla protectora y con la boca abierta sin entender muy bien qué está pasando. Ya entenderá.
Esta es la estampa, más o menos, que se vio el lunes y el martes a las puertas de la Audiencia Provincial de Cádiz mientras iban desfilando, al entrar o al salir, los imputados en el 'caso Karlos'. Estampa que alcanzó su máximo esplendor cuando hizo acto de presencia la mujer de Jesulín de Ubrique.
Todos estos 'jueces' populares que se alimentan de telemierda desde que acaban de comer hasta que se acuestan, llevaban semanas esperando su momento. El momento de decirle a María José Campanario que es una choriza y escenificarlo incluso lanzándole uno desde detrás del cordón policial. Ellos y ellas se sienten en la necesidad de erigirse en protagonistas de lo que cada día viven desde el sofá. Alguien se lo tiene que decir en la cara, piensan. Y de paso alcanzan su minuto de gloria.
Pues alguien le tendría que decir a ellos que para juzgar ya está el tribunal. Y que cuando se plantan allí como unos posesos maleducados, incultos, descerebrados, no lo hacen representándose exclusivamente a sí mismos. Con tanto revuelo mediático, en parte es la imagen que exportan de Cádiz. Y al resto de gaditanos nos da vergüenza tener vecinos así. Vergüenza ajena, que como dejó escrito Benedetti en uno de sus relatos, es lo más parecido a la vergüenza propia.