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Noah Gordon, fotografiado en Madrid esta semana. :: ÁNGEL MARTÍNEZ
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«Soy muy afortunado por la vida que he tenido»

El novelista celebra los 25 años de la publicación de 'El médico', un éxito a nivel planetario

César Coca
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Es posible pasar en poco tiempo de un fracaso cierto a un éxito de dimensiones inimaginables. Este estadounidense con aspecto de turista despistado que camina por Madrid vestido con un pantalón tejano y una cazadora azul lo sabe mejor que nadie. Después de haber escrito varias novelas con buenos resultados, pero lejos de situarse en lo más alto de las listas de ventas, pasó siete años trabajando en un relato de espías. Cuando terminó, se sintió completamente frustrado. «Era una novela muy mala, un bodrio», confiesa ahora con una sonrisa. Así que pensó abandonar la literatura y volver al periodismo, un oficio con el que se había ganado la vida durante bastantes años. Pero he aquí que apareció la figura fundamental, en su vida y su carrera, de Lorraine, su mujer. «No lo dejes aún», le recomendó ella. «Escribe otra novela y si no te sale bien entonces sí te buscas el mejor trabajo de periodista que puedas hallar en la ciudad». Noah Gordon (Worcester, Massachusetts, 1926) le hizo caso. El resultado fue 'El médico', un libro cuyas ventas se miden por millones y que se anticipó -sería más exacto decir que es el punto de arranque- al 'boom' de la novela histórica. Gordon está en España para recibir una serie de homenajes cuando se cumplen 25 años de la publicación del libro que cambió su vida.

– Cuando era periodista en Worcester o en Boston, ¿soñó alguna vez con convertirse en uno de los novelistas más leídos de su tiempo?

– No me lo pude imaginar nunca. Ni siquiera pensaba que iba a viajar fuera de los Estados Unidos. Eso sí, siempre tuve la ambición de escribir libros además de trabajar en periódicos.

– De niño, en la Gran Depresión, su único entretenimiento era ir a la biblioteca pública. Ahí nació su afición por las historias. ¿Cree que se puede perder ese gusto por los relatos en un mundo con tantas formas de ocio?

– No, no lo creo. Lo veo en mis nietos. Les encanta que les cuente cuentos. Hay nuevos medios de ocio que quitan tiempo a los libros, pero confío en que siempre habrá sitio para las historias, y eso tarde o temprano los llevará a la literatura.

– ¿Y la aventura?¿Hay lugar hoy para la épica personal?

– Por supuesto. La épica forma parte también de la vida de hoy. Fíjese cómo está el mundo: las manifestaciones y revueltas en Egipto, Palestina, Israel y otros lugares. Dentro de no mucho tiempo, todo eso será objeto de novelas con una fuerte carga épica, no lo dude.

– ¿El interés creciente por la novela histórica se debe a que permite recrear unas aventuras del pasado que ya no volverán?

– Puede ser que la vida actual sea tan sombría, tan lúgubre, que el lector quiera evadirse, viajar a otros mundos que ya nunca estarán a su alcance. Sí, es posible que el lector necesite vivir otras experiencias.

– ¿La epopeya de un ciudadano corriente, con problemas para llegar a fin de mes, daría para una novela de Noah Gordon?

– Hay mucha gente en esa situación, sí. Sin embargo, no me lo he planteado. Considérelo egoísmo si quiere, pero estoy saturado de leer noticias sobre la crisis. De niño, viví la Gran Depresión y llegué a pensar que nunca más vería nada igual. Yestá sucediendo. Conozco a gente con grandes dificultades, que ha perdido los ahorros de toda su vida.

– ¿Yeso no le tienta como tema? ¿No aparece en ninguna esquina el periodista que fue?

– Sí, he estado tentado de escribir algo para un artículo. Pero frecuento poco la prensa como articulista y soy consciente de que mis fuerzas y mi tiempo son limitados. En noviembre cumpliré 85 años y estoy obligado a elegir muy bien los temas que voy a tratar. Esa es la razón de que finalmente no haya escrito nada sobre eso.

Acumular experiencias

Antes de trabajar como periodista, Noah Gordon desempeñó numerosos oficios. De adolescente, trabajó vendiendo sombreros y zapatos de señora, más tarde fue taxista y se alistó en el Ejército. La capitulación de Japón lo salvó por unos días de entrar en combate en la Segunda Guerra Mundial. Luego, estudió Medicina por presión de sus padres, aunque no llegó a terminar y optó por el periodismo.

– ¿Sin esos estudios de Medicina habrían existido ‘El médico’ y otros libros posteriores?

– Los escritores usamos todas las experiencias de la vida, las buenas y las malas; como usamos todas las relaciones afectivas, las que salen bien y las que no salen bien. Todo nos sirve, todo nos alimenta y da ideas para escribir. Por eso, aquellos estudios, aquellos años en la Facultad fueron importantes en mi carrera de escritor.

– Es un autor relativamente tardío. ¿Necesitaba madurar esas viviencias, dejar que el tiempo las macerara en su memoria?

– Sí, creo que fue así. Necesitaba asimilar todo lo vivido, filtrarlo, comprender cuánto he aprendido de esas vivencias. Soy muy afortunado por la vida que he tenido. Creo que he vivido una auténtica vida de escritor. He cometido errores, por supuesto; y trataría de evitarlos si volviera a estar en algunas situaciones del pasado, pero con todo y eso, estoy satisfecho. Al fin y al cabo, nadie tiene una vida perfecta.

– Una de sus experiencias vitales es la convivencia de religiones, y así lo plasma en sus libros. Pero lo que sucede hoy, con menos creyentes que nunca en Occidente, es que se habla de guerra de religiones. ¿Cómo se explica eso?

– Uno de los dos retos más difíciles de afrontar hoy es el de no estereotipar a grupos enteros de población. En el ataque al World Trade Center murieron 3.000 personas. Eso despertó un enorme odio contra la comunidad musulmana, muy presente en mi país y que en su inmensa mayoría se compone de gente decente, sin la menor responsabilidad en ese ataque. Debemos defendernos del terrorismo, sí, pero sin atacar en su conjunto a otras colectividades.

– ¿Y el segundo reto?

– El segundo es que un ateo respete a los creyentes de cualquier religión, de la misma forma que un creyente debe respetar a los ateos. Es fundamental para la convivencia.

– Usted nunca ha ocultado su ideología liberal y su simpatía por los demócratas. ¿Tiene alguna lectura política su obra?

– No puedo saber lo que la gente ve en mis obras, pero es cierto que me considero un liberal, un librepensador. Mi padre también lo era, y todos somos herederos de nuestra educación, de lo que hemos visto en nuestra familia, en un sentido o en el otro. Pero no me gustaría que me vieran como un escritor liberal. No me gustaría que me pusieran una etiqueta política.

– ¿No es partidario de incluir mensajes de calado político en sus textos? Muchos de sus colegas lo hacen.

– Si una novela trata sobre un personaje cuya ideología es relevante para la evolución de la trama, no me parece mal. Los novelistas escribimos sobre guerra y religión, sobre crisis y prosperidad. Si la política es importante para entender lo que sucede, está bien. Si no lo es, no creo que sea bueno explicitar una ideología concreta.

– ¿Cree que los escritores deben tener una presencia relevante en el debate político, en sus libros o fuera de ellos?

– Si un fontanero o un albañil pueden dedicarse a la política, un escritor tiene el mismo derecho a hacerlo. No creo que haya que establecer fronteras. Hemingway quizá no hubiese tenido tantos seguidores si no hubiese escrito unos libros cargados de ideas. Lo que no deberíamos hacer es escribir panfletos políticos.

Éxitos y retos

El éxito de 'El médico' cambió su vida. El autor que no confiaba demasiado en traspasar las fronteras de su país comenzó a viajar por todo el mundo, requerido para presentaciones, conferencias y homenajes. Aunque sus libros se venden bien en EE UU, es, como tantos escritores y artistas de su mismo origen, más leído en Europa que en América. Lo reconoce con la sonrisa abierta de quien a estas alturas está curado de la tentación de la vanidad y la envidia.

– Me encantaría ser un escritor de éxito en cada rincón del planeta, pero estoy muy contento de serlo al menos en unos cuantos países.

– ¿Y la crítica?Algunos críticos lo han encasillado en la categoría ‘autor de novela histórica’, que tiende a ser vista como un subgénero menor. ¿Le importa?

– Ahora estoy escribiendo relatos cortos y algunos no tienen nada de históricos. Yo he disfrutado escribiendo novelas históricas, me han proporcionado éxitos notables, pero qué quiere que le diga:me considero escritor, a secas.

– Tras lograr ser el primero en ventas en tantos países con un libro, ¿cómo afrontó el siguiente? ¿Pensó que ya había descubierto la clave del éxito o temió no superar el listón?

– Siempre me ha dado miedo la primera página. Me lo daba antes de ‘El médico’ y ha seguido dándomelo después. Cada libro es un nuevo reto, otra prueba para el escritor. Cuando era periodista y tenía que ir a hacer un reportaje o una entrevista, sentía mariposas en el estómago. Me sigue sucediendo con los libros y creo que si no sientes algo parecido al empezar un relato no será bueno lo que escribas.

– Me dedico al mejor oficio del mundo, ha dicho. ¿Se retira uno alguna vez del mejor oficio?

– Para mí es el mejor oficio, en efecto. Y de eso no se retira uno nunca. De una manera o de otra, sigue contando historias. En uno de mis libros, uno de los personajes debe hacer una larga y compleja traducción de un texto médico. Al acabar, está entusiasmado porque ha coronado el trabajo pero también abatido porque su tarea ha concluido. Así me siento yo cuando acabo un libro.

Errores inevitables Usted es muy meticuloso con la documentación de sus novelas. ¿Qué siente cuando leyendo un libro de algún colega detecta errores notables en ese aspecto?

– Si el error es grave, pienso que es una vergüenza desperdiciar tanto tiempo de trabajo para luego meter la pata de esa manera. Si el libro es bueno y su autor ha hecho un trabajo honrado, siento mucha pena por él.

– ¿Y sus propios textos? ¿Ha detectado errores del pasado preparando documentación para libros posteriores?

– Me gustaría pensar que mis libros están exentos de errores, pero eso es imposible. Es muy difícil que en un texto largo no haya alguno:un dato que no concuerda con el resto, una población de la que se dice que estaba junto a un río cuando había unos kilómetros de distancia... Procuro evitarlos porque el lector confía en lo que lee y esa ilusión se destruye si detecta un error. El problema es que si el libro obtiene un gran éxito, para cuando te das cuenta del problema y quieres resolverlo se han puesto decenas de miles de libros en el mercado. En uno de mis libros ambientados en España cometí inicialmente un error así...

– ¿Cuál?

– Estaba hablando sobre la cosecha de aceitunas y la situé en la fecha en que las cosechas tienen lugar en Nueva Inglaterra, que no es la misma que en España. Lo corregí lo antes posible. Ya ve que también a mí me pasa.