Sin noticias del frente

Las dos potencias europeas promotoras de la guerra contra Gadafi quieren saber cómo va su empresa. Muchas personas trabajan en ella, pero los jefes de personal ignoran su paradero. Solo saben que están en primera línea de fuego, pero desconocen los siniestros avatares del transcurso de las operaciones y se impacientan. ¿Cómo va eso?, preguntan desde los despachos «fregados y pulidos por la saliva aduladora». No sé quién dijo eso de que la primera víctima en todas las guerras es la verdad. Desaparece en combate cuando aparecen los primeros caídos, cuya cifra se abulta si se atribuyen al bando contrario. Ninguna retórica más embustera que la de los partes de guerra capaces de llamar a las retiradas «avances hacia la retaguardia» y a las huidas «retrocesos estratégicos». Estamos en el primer tiempo del partido pero París y Londres desean saber cómo va el tanteo y le reclaman a la OTAN mayor dureza. Los promotores tiene su derecho y nosotros, como estrellas invitadas, aunque no participamos de las tesis franco-británicas, sentimos alguna curiosidad.

Al parecer, el frente libio se ha estancado. Ni para adelante ni para atrás. Los llamados «leales» se defienden panza arriba, sin tener en cuenta que la panza es del sátrapa y los conocidos como «rebeldes» insisten en sus ataques. No pueden entenderse la guerra, cualquier guerra, sin saber que todas empiezan siendo una gran confusión. Hay patriotismos geográficos y las afiliaciones dependen de dónde le pille a cada uno. Curiosamente, todas las guerras son populares durante los primeros días, pero a ésta le hemos perdido la pista y no sabremos quiénes eran los buenos y los malos hasta que acabe: a partir del último parte de guerra conoceremos con toda la certeza que los que llevaban razón eran los vencedores y quienes no la tuvieron nunca eran los derrotados. Debemos consolarnos de los infortunios de la guerra: cuando muere gente lejana es cuando más se habla de desarme.