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LA MAYORÍA SON POCOS

MANUEL ALCÁNTARA
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Los sondeos de opinión que preceden a las épocas electorales tienen, entre otras, la sagrada misión de despistarnos a todos. Se demuestra que la psicología colectiva no es una suma de individuos, sino algo que depende sobre todo del viento político que sople. Las encuestas, que son los mejores consejeros de los gobernantes, anuncian que los españoles desean que haya elecciones cuanto antes, ya que para luego puede ser tarde o nunca. Ya sabemos cómo son las encuestas, pero todavía tenemos muchas dudas sobre los encuestados. En España hay mucha gente que se divierte engañando a quien le pregunta por sus preferencias políticas. ¿Cómo a ti te lo voy a decir yo?, se dicen para su fuero interno. Si a esto se unen los que no tienen fuero, ni interno, ni mediopensionista, solo podemos hacerles caso a los adivinos, aunque su gremio está bastante desacreditado. En cualquier caso hay que reconocer que las elucubraciones constituyen una lectura amena, aunque poco provechosa. Evitan los estados de inconsciencia. Personalmente, prefiero leer a Platón, que según algunos exageró la preocupación educativa de Sócrates, que en opinión de su biógrafo extemporáneo Antonio Tovar, fue el primero que se pronunció contra «el mundo natural de los instintos y codicias».

No sé si algún compatriota divisa ese arquetipo en nuestros candidatos. A Rubalcaba lo prefieren los hombres maduros y a Carme Chacón las mujeres y los jóvenes. En cuanto a Rajoy parece que cuenta con pocos adictos, pero se aprestan a votarle muchos. España es diferente incluso a ella misma. La risa y el llanto no van por barrios sino por callejuelas y los jóvenes, entendiendo por juventud a los que transitan esa rápida rampa que va de los 25 años a los 34, son los que tienen más bulla. No son mayoría, pero en cualquier caso, aunque lo fuesen, serían pocos. Los puretas, también llamados carrozas o retablos, somos más. No tenemos una idea muy clara de cuándo debemos morirnos y preferimos quedarnos un rato más, a ver en qué queda esto.