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Cruel abril

¿No sería posible hacer las dos cosas? Es decir, acelerar las reformas y adelantar las elecciones

JOSÉ IGNACIO WERT
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A contrapelo de lo que pide el refrán, este comienzo de la primavera más que alterarnos la sangre, nos la está helando. En lugar del refranero, hay que acudir a referencias más cultas, el poema 'La Tierra Baldía' de T.S. Eliot, ese que nos enseña que «abril es el mes más cruel».

Sin salir de esta primera semana del mes de las lilas, hemos conocido el incremento del paro en el mes de marzo en más de 34.000 personas («Estamos convencidos de que vamos a ser capaces de recuperar el empleo. y que esa recuperación y datos mejores empezarán a partir de este mes con toda seguridad», R. Zapatero, 9 de marzo), la petición de rescate de Portugal («Portugal aguantará sin rescate, porque tiene fortaleza», R. Zapatero, 11 de enero), el incremento de los tipos de interés por el Banco Central Europeo, y la revisión del cuadro macroeconómico del Gobierno para aumentar la previsión de paro y disminuir el crecimiento.

Zapatero -que acusó a Rajoy no hace tanto de «profeta de la catástrofe y catástrofe como profeta»- desde luego no puede ser acusado de lo primero, pero se ha ganado un cum laude en lo segundo. Y claro está que esa dudosa distinción acarrea algún precio personal y político, como la propia renuncia del presidente a aspirar a la reelección acredita, pero esa cuestión es hoy más bien secundaria, frente a la principal: ¿qué conviene a España en este cuarto de hora?

Para contestarla, 'sine ira et studio', conviene posar la mirada en otras dos noticias que también hemos conocido esta semana, referentes ambas al estado de ánimo de la sociedad española. De acuerdo al último barómetro del CIS, la percepción de la situación económica ha alcanzado en marzo el punto más bajo desde que existe la serie (1996). Según el Índice de Confianza del Consumidor del ICO, en ese mes se registró un descenso de más de cinco puntos respecto al mes anterior, con todos los componentes del índice a la baja.

Así las cosas, más allá del interés de los principales partidos (que podría ser menos obvio de lo que parece) pienso que hay que preguntarse si vale la pena estirar el chicle para culminar las reformas (posición del Gobierno) o el chicle no da más de sí y hay que llamar a las urnas (posición del PP). Y me respondo: ¿No sería posible hacer las dos cosas? Es decir, acelerar las reformas y adelantar las elecciones. Porque las reformas son muy importantes, pero la mejora del clima psicológico y la disposición positiva de la sociedad no lo son menos. Y parece evidente que hace falta un revulsivo mayor que el anuncio del desistimiento de Zapatero para que el ánimo se venga arriba, o, de lo contrario, por acabar con el mismo poema con el que arrancaba, «el árbol muerto no nos dará abrigo». Son las cosas de abril, el mes más cruel.