Detalle del rostro del mendigo Moses Carbins. / Ramón Ladra
solidaridad

Los tres deseos de Moses

Tocar el Mediterráneo, ver el ‘Guernica’ y comerse una paella | Un vagabundo que nunca había salido de EE UU cumple sus sueños

MADRID Actualizado: Guardar
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El destino de los hombres maneja las vidas con tal pericia que es capaz de poner a un ‘homeless’ americano frente al ‘Guernica’ de Picasso. Moses Carbins, 57 años, enjuto, mendigo, negro y enfermo, entró en la enorme sala del Reina Sofía y pasó entre la media luna de visitantes hasta situarse en primera fila. Y se cuadró. Cazadora naranja, vaqueros, gorra campera y un bastón para la ciática, echó los hombros atrás, se agarró las manos tras la espalda, miró el caballo, el brazo cortado que empuña la espada rota, buscó la pequeña flor, recorrió con los ojos la compleja geografía del cuadro, comprendió su grito y rompió a llorar. A las 12:40 de ayer, un hombre cumplió su sueño en Madrid. Uno de tres. Los otros dos, esos que se piensan cuando uno le pide la cuenta a la vida, eran tocar el Mediterráneo y comerse una paella. Y cumplió los tres.

Moses pasó cinco largos minutos ante la enorme pintura de Pablo Picasso y en ese momento, un malagueño y uno de Arkansas se entendieron. ¿Cómo? «Ver esta obra en directo ha representado mucho más de lo que habría podido esperar nunca. He sentido algo muy profundo, porque me ha evocado la tristeza, la ansiedad, la pérdida de una identidad, de una familia... Y todas esas cosas las he sentido en la calle. Ahora necesito sentarme y tomar un poco de agua. Ya lo hice...»

Carbin –un tipo sonriente y enérgico pese a los achaques de dormir 20 años en la calle– salió a las aceras de Madrid con una sonrisa franca, pero antes saludó con un «Muchas gracias» a todos los responsables de prensa, vigilantes, porteros y guías de la sala. Todos. Nadie hubiera dado un duro por la escena hace un año, justo antes de que un cortometraje premiado cambiara la vida de Moses.

Según la teoría del caos, el aleteo de una mariposa en Australia puede provocar un huracán en Florida. A Moses le ocurrió algo similar. Un pensamiento del guionista malagueño Fran Guijarro iba a dar un golpe de timón a la vida de un ‘homeless’ de San_Francisco. Guijarro, que vive en California, quiso rodar un corto que narraba la historia de un sin techo y quiso buscar uno de ellos para actuar. Se encontraron en un Starbucks del centro, se cayeron bien y rodaron el corto. Se llamaba ‘I wish’ –yo deseo–, un título premonitorio, y lo presentaron al festival español Notodofilmfest. Moses supo que si el corto ganaba el premio del público, viajaría a España. «Nunca había salido de los Estados Unidos». El vagabundo hizo campaña por las aceras de California. Y ganaron. Viajaría a España.

Vida reconstruida

Pero se les cruzó la suerte. «No tenía identidad, no le podían dar el pasaporte», admite Guijarro, el «ángel de la guarda» de Moses. Buscaron en los archivos de los hospitales, en los colegios –sacaba notables y sobresalientes–, en todo tipo de fichas para recomponer su biografía. Aprendió que su madre había muerto, que su hermano era un próspero constructor y que las cosas de Palacio van despacio. Tanto, que tuvo que intervenir la entonces presidenta del Congreso de los EE UU, Nancy Pelosi, que conoció su historia y ordenó emitir los papeles fuera como fuera. En esas, un volcán islandés de nombre impronunciable escupió su maldita nube de cenizas y paralizó el espacio aéreo mundial. No pudo ser.

La suerte guardaba una baza en la manga. Conscientes de lo ocurrido, los organizadores del Notodofilmfest decidieron invitar al protagonista de ‘I wish’ a entregar el Premio del Público el pasado jueves. Bingo.

Moses no subía a un avión desde los 17 y nunca en su vida había salido de Estados Unidos. Voló hasta Madrid, de ahí a Málaga a casa de la familia de Guijarro, a Valencia y a Madrid. En Valencia saldó su primera deuda: tocar el Mediterráneo. Se remangó los pantalones, caminó por la orilla y se puso a dar saltos.

–¿Por qué el Mediterráneo?

–No lo sé. Siempre había estado ahí, en mi cabeza, como Picasso, desde que era muy joven. Estaban los dos enlazados por sentimientos difíciles de explicar. Estar en España es algo muy importante para mí.

Camina por la calle y todo lo mira, todo lo sonríe, a todos saluda. «Estar en España me sirve mucho, sobre todo para darme cuenta de que hay algo más allá, un mundo más lejano que está ahí esperando».

Un ordenador amigo

El mayor anhelo de Carbin no estaba en la lista de los tres deseos. «Yo lo que quería era estar en la sociedad, no apartado. En Estados Unidos, si eres un vagabundo nadie te ve, nadie te escucha. Formas parte de una cultura oculta y eso es lo más duro de todo», explica Carbin, que llegó a la acera hace 20 años después de una separación traumática de su mujer y demasiados escarceos con la droga. «Es muy fácil rendirte, pero a veces no puedes volver a conectar. Yo quería volver a conectar, y creo que la gente tiene que comunicarse más. Eso es lo que quería». También lo consiguió. Con uno de los premios conseguidos con el corto, le compraron un portátil con el que se conecta a la red por medio de las conexiones de su cafetería preferida. El ordenador le ha devuelto parte de la vida. «Ahora he tomado de nuevo las riendas. En la computadora busco mis amigos y ahora me preocupo mucho más por tener un techo, y comer bien», admite Moses, que vive en una habitación que alquila con los 600 euros que le da el gobierno de pensión.

De comidas iba su tercer deseo: zamparse una paella. La primera se la hizo la madre de Fran Guijarro y la segunda se la tomó ayer en una terraza madrileña, con una cerveza bien fría: «Si el cielo existe, debe ser esto», dijo.

El mar, el cuadro y el arroz cuadraban el círculo de los tres deseos de un ‘homeless’. Y ahora ¿qué? Moses se enciende un cigarro y mira al cielo en una calada para dibujar nuevas metas con las que soñar. No sabe qué será lo siguiente: «Supongo que mi sueño ahora es que los demás cumplan los suyos. Mírame... Si esto acaba de pasar, todo es posible, ¿no?».