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La realidad ya no es lo que era

MANUEL VERA BORJA
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La captura del hacker Julian Assange, fundador de Wikileaks, tuvo todos los elementos visuales y simbólicos de un film futurista, una mezcla de Gran Hermano (siguiendo la novela 1984 de George Orwell) y Blade Runner (de la novela ¿Sueñan los androides con ovejas mecánicas?) Grandes pantallas en escaparates y fachadas reprodujeron su imagen como la de un peligroso delincuente en busca y captura por la Interpol. El futuro ya es pasado en Internet. La nueva Babel levanta frenéticamente las murallas de un mundo virtual sobre la cacofonía de millardos de bits encriptados pululando como abejas enloquecidas en el ciberespacio. La sociedad postindustrial ha llegado y con ella el desorden y el caos de la nueva Babel-Babilonia, desafiando los límites de la ya vieja cultura del hombre.

Todo cambia, y tan rápidamente que apenas hay tiempo para asimilar los lenguajes que las nuevas tecnologías y productos exigen como herramientas de trabajo o como símbolo de estatus y modernidad. Una nueva alfabetización del universo ha comenzado, un mundo que se hace virtual para reencarnarse y trasmutarse en un ágora llamado Internet, con la vuelta aparente a la democracia directa de la Polis a través de nuestros avatares.

En la Polis cibernética se escenifica el ordine nuovo: sólo existe (socialmente) lo que está allí; sustituye ventajosamente a lo real, sus contenidos son reales, en sí o en sus consecuencias, como realidad o como símbolo. Por ello, el poder, los Medios, la autoridad y el control, las instituciones, los roles y procesos sociales, las nuevas formas de estratificación, la economía, el placer, los grupos primarios y las redes sociales, la investigación, el sexo, los espectáculos, el arte, la tecnología, la moda, la tv, los viajes o el conocimiento «son internet»: el mensaje, una vez más, es el medio.

Internet es ya el anunciado ojo del Gran Hermano, el ubicuo y omnipresente hacedor y vigilante de una malla que nos atrapa a todos: La Red guarda celosamente nuestras imágenes y palabras, datos, identidad y memoria, hasta la eternidad. Y controla nuestra vida en aras de nuestra propia seguridad.

Como Polifemo, controla con su único ojo la cueva catódica donde los ciudadanos tratamos de entender quienes somos y lo que ocurre fuera, interpretando la sombra que el gigante proyecta en el fondo. Lo real debe ser percibido y entendido a través de lo virtual, porque lo virtual es ya real: el mundo global es primero virtual (la información, la bolsa y los mercados, la política, la vida social...) y sólo en segunda instancia real, en el viejo sentido griego.

Como cualquier gigante, es tan poderoso como frágil. Los hackers como Assange, pueden hacerle tambalear, pero nunca caerá como Goliat, golpeado por la certera puntería de David. Internet será divinizada y entronizada como deidad de un futuro que ya es pasado sin haber sido presente, al que Assange será ofrecido en la pira como víctima propiciatoria.