Papeles
Actualizado:Lo peor que le puede pasar a un español es que le falte un papel, uno sólo, precisamente el que tiene que presentar por triplicado. Estamos perdidos los que no lo encontramos nunca en nuestras carpetas y no nos sirve ni siquiera la disculpa de no tenemos carpetas. Los papeles nos persiguen, no abruman, nos cercan. Son la venganza penúltima de la 'Galaxia Gutenberg'. Su profeta, Marshall MacLuhan, se adelantó tanto a su tiempo que se ha quedado antiguo en el nuestro, pero dijo que la era electrónica no es mecánica, sino orgánica. Lo que parece que ha caducado definitivamente es el concepto de homogeneidad y por eso es curioso el predominio no del papel, sino de algún papel decisivo.
Exceptuando los emigrantes, también llamados 'sin papeles', la peor desgracia que nos puede afectar a todos, incluso a los que se consideran extranjeros en el país donde han nacido, es andar «chungo de papeles», que dijo aquel inolvidable parlamentario en un alarde de elocuencia.
Ahora, cuando no se sabe qué papel cumplen los partidos políticos, se les exige que presenten papeles. ¿Cuántas resmas serán necesarias para darle ocupación a la juez que investiga el 'caso de los ERE'? Ha avisado a la Junta de Andalucía, donde por cierto cada vez se junta menos gente, que cometerá delito si no le entrega 480 actas. Ignoramos el número de folios que suponen esas actas que resumen los consejos de gobierno de los últimos diez años. Se imaginó Borges el paraíso bajo la especie de biblioteca, pero también es representante el infierno bajo la forma de actas que contengan información privada. Han sido muchos años, muchas subvenciones y muchos clientes, pero cuando vienen mal dadas es cuando ya no se puede dar nada. Entonces llegan las culpas retrospectivas y los papeles amarillos. Las omisiones reclaman dimisiones. En su tercera aceptación, empapelar, en sentido familiar y figurado, es formar causa criminal, abrir expediente a alguien. Otro papel más. El que faltaba.