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Los gadafistas recuperan Brega camino de Bengasi

Los rebeldes huyen del frente mientras un portavoz del Gobierno muestra la disposición a aceptar «cualquier sistema político»

MIKEL AYESTARAN ENVIADO ESPECIAL
BREGA.Actualizado:

«Como la OTAN no intervenga, esta noche los tenemos en Ajdabiya», fueron las últimas palabras de Kemal Mughrabi ayer antes de que fuertes explosiones le obligaran a subirse en su 'pick up' y salir hacia la primera línea, justo en dirección inversa a la de cientos de camionetas llenas de milicianos libios en estado de pánico que abandonaron el frente en estampida.

El empuje gadafista hizo retroceder a las fuerzas rebeldes hasta las puertas de Ajdabiya, a escasos 180 kilómetros de Bengasi, y volvió a dejar patente que el 30% de la capacidad militar del régimen que la OTAN asegura haber destruido desde el inicio de la misión internacional sigue siendo insuficiente para abrir el camino a los sublevados por tierra. «Son muchos y tienen suministro de armas y municiones desde Sirte. Ya que no les bombardean, ¿por qué no les cortan al menos la logística?», se preguntaba Ahmed en la puerta oeste de Ajdabiya, en la que muchos insurgentes optaban por frenar su huida a la espera de los bombardeos salvadores que en las últimas jornadas no se han producido, lo que ha provocado una oleada de críticas contra la Alianza.

Muamar Gadafi vuelve a controlar el puerto petrolífero de Brega. Sus tropas recuperaron ayer las posiciones que habían perdido en torno a ese enclave petrolífero y avanzaron hasta situarse a 15 kilómetros de Ajdabiya. Los gadafistas lanzaron numerosos disparos de mortero y artillería pesada de larga distancia sobre la carretera que une Brega con Ajdabiya, lo que provocó el repliegue general de las tropas rebeldes a lo largo de varios kilómetros.

Baño de masas

Pero en medio del fragor de la batalla, el dictador tampoco descuida el flanco político. Muamar Gadafi respondió a los rumores sobre su posible sucesión con una aparición pública montado en un todoterreno que apenas podía avanzar rodeado de sus más fieles seguidores en su fortaleza de Bab al-Aziziya, al sur de Trípoli, y con el mensaje rotundo de Mousa Ibrahim, portavoz del Gobierno, que le definió como «la figura de unión nacional».

Ante la creciente presión internacional y las fisuras en la cúpula del sistema, sin embargo, Ibrahim mostró la disposición del régimen a aceptar «cualquier sistema político, cualquier cambio: Constitución, elecciones, cualquier cosa, pero el líder es quien tiene que sacar esto adelante. Esa es nuestra convicción». Es la respuesta oficial a la exigencia del Consejo Nacional rebelde de ver a Gadafi fuera del país y a la información de 'The New York Times' que el lunes situaba a Saif el-Islam, hijo del dictador, como pieza clave para dirigir la transición.

Mientras su padre se daba un baño de masas, Saif concedió una entrevista a la cadena BBC en la que explicó que la salida del ministro de Exteriores, Musa Kousa, del país se debió a «motivos de salud» por tratarse de una persona «vieja y enferma».

Pese al retroceso en el campo militar, los rebeldes recibieron con los brazos abiertos el anuncio de la llegada de los primeros barcos a Tobruk para reanudar la exportación de petróleo. Una noticia que supondrá una importante inyección económica para afrontar la compra de armas con las que esperan ganar por tierra una guerra imposible de dominar solo desde el aire.