«Aquí todos tienen armas»
Dos españoles afirman desde Costa de Marfil que el país está al borde de la guerra civil y que «la resistencia de los seguidores de Gbagbo es todavía fuerte»
Actualizado:Cuando el pasado viernes las tropas de Alassane Ouattara entraron en Abiyán, los habitantes de Koumassi se las prometieron felices. Los pobladores de dicho barrio, situado a ocho kilómetros del centro de la megaurbe, proceden de Benin, Togo, Nigeria y otros países limítrofes con Costa de Marfil, y se decantan por el candidato vencedor de las elecciones de noviembre. «Lo festejaron asaltando tiendas y robando coches», recuerda César Fernández, misionero salesiano que reside en la zona. «Después de ocupar todo el sur en apenas cinco días, la toma de la ciudad parecía un paseo triunfal, pero no fue así».
Este religioso de Pozoblanco (Córdoba) atiende la llamada de este periódico después de celebrar una misa en las inmediaciones de la casa provincial de la orden. Según explica, la situación parece tranquila tras los combates del fin de semana. Entonces los duelos de la artillería pesada retumbaban frente al golfo de Guinea, pero las noticias que llegaban a Europa hablaban de escasa oposición y un desenlace rápido.
La impresión que transmite este observador difiere sustancialmente de la versión triunfalista dada por los combatientes. «No sé si la estrategia consistía en esperar la llegada de los rebeldes y darle batalla aquí, porque la resistencia de los seguidores del presidente Gbagbo es fuerte y aún hoy el combate parece equilibrado», alega. «Han rechazado todos los ataques a la residencia presidencial e incluso recuperado la sede de la televisión. Todo el mundo sospecha que intentan reorganizarse». «Aquí todos tienen armas y se conocen entre ellos, saben de qué bando es cada uno», añade.
Armados y drogados
El panorama resulta inquietante porque junto a la proliferación de uniformados, aparecen milicianos de todo pelaje. «En esta zona proliferan los niñatos afines a Ouattara, sin ninguna experiencia bélica, pero envalentonados con el poder que aporta el fusil», advierte. «Se drogan y son capaces de hacer cualquier tontería». Hasta ahora, las tiendas de los libaneses y las residencias de los europeos, principalmente franceses, han sido el principal objeto de la rapiña de estos bisoños guerrilleros.
En Bouaké, la capital rebelde, está un hospital gestionado por misioneras carmelitas, apoyado por la ONG Anesvad. En el centro trabaja María Luz Saldaña. «Cuando comenzó la ofensiva, las autoridades enviadas por el Gobierno desaparecieron y la administración dejó de funcionar. Ahora empiezan a faltar los medicamentos porque todo depende de Abiyán», explica. Aunque esta palentina tan solo tiene que bregar con las rutinarias extorsiones en los controles de carreteras, no se muestra demasiado optimista. «Gbagbo tiene sus seguidores, incluso cuenta con el apoyo de una secta evangélica que lo considera un elegido de Dios», lamenta.
Ha sido testigo del deterioro de la situación a lo largo del 2010 y advierte sobre la posibilidad de que el conflicto se enquiste. «Si la situación dura, si la guerra civil estalla definitivamente, será más difícil recuperar este país».