Tendemos a idealizar tanto a los deportistas que muchas veces no nos damos cuenta de que son personas de carne y hueso, no superhéroes. Nos sentamos ante la televisión pensando que Nadal va a hacer el passing imposible, que Navarro va a ser siempre la bomba, que Gasol gana el anillo con la misma facilidad con la que podemos acercarnos a una tienda a comprar uno baratito del todo a cien, que no está la cosa como para gastar en demasía, o que Contador en cuanto se le pone una montaña delante tiene que sacar a sus rivales de rueda más de dos minutos. La respuesta está en la ilusión, uno de los motores de la vida. La misma ilusión que puso el número uno del mundo el pasado domingo en la final del Masters 1000 de Miami, la que puso el escolta del Barcelona en la eliminatoria de cuartos de final de Euroliga ante Panathinaikos, la que puso el mejor jugador español de baloncesto de todos los tiempos ante Denver o la que está poniendo el ciclista de Pinto para demostrar que aunque para la UCI no parezca inocente de dopaje, él lo es. Porque se cree el ladrón que todos son de su condición y no es todo lo que reluce, como los anillos de Pau, que se ganan a base de grandes dosis de capacidad, tanto atlética como de sufrimiento para saber adaptarse a situaciones nuevas y escenarios diferentes. Nuevo escenario es el que se le presenta ahora a Nadal. Cuando había conseguido acomodarse en el orden mundial en el que Federer ponía la clase y él la garra, cuando a Andy Murray le había entrada el vértigo de verse ahí arriba y darse cuenta del esfuerzo y la exigencia mental que ello requiere para una personalidad tan insolente y vaga como lo suya, ahora parece que Novak Djokovic, al que muchos habían dado por perdido en la lucha por el cetro del tenis mundial por su carácter díscolo y su escasa capacidad de concentración durante los partidos, se ha convertido en el perfecto anti-Nadal, en la ‘china’ que le aprieta el toro de la zapatilla al hijo perfecto, al deportista ejemplar, al superhéroe. Toca reinventarse. Encontrar la pócima mágica del superhéroe que lleva dentro.