El pequeño de Orense vive con su abuelo, ahora tiene 11 años. :: FARO DE VIGO Y EL COMERCIO
suplemento v

Los niños de Oviedo y Orense adelgazan

La retirada de la tutela familiar en ambos casos desató un debate público sobre la decisión de los servicios sociales

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Los dos niños de las imágenes ocuparon portadas en todos los medios de comunicación, no solo por ser obesos, sino porque se planteó, y de hecho se ejecutó, la retirada de la tutela de los familiares con los que convivían. El primer caso que salió a la palestra fue el del niño de Asturias, en 2006. Con 10 años, el crío había llegado a pesar 100 kilos. Convivía con sus abuelos y su hermano mayor –la madre murió por anorexia– y, a pesar de que su abuela insistía en su salud de hierro, el Principado advirtió constantes síntomas de cansancio en el pequeño y dificultades para practicar ejercicio. Descartada la existencia de un problema endocrino, los servicios sociales dictaminaron que la obesidad estaba provocada por una deficiente alimentación y no dudaron en anteponer la salud a los vínculos emocionales con su familia. Los abuelos calificaron de «rapto» la actuación del Principado, ya que, según contaron, un día fue la Policía al colegio de Oviedo y se lo llevó.

Han pasado cinco años. El joven, que ahora tiene 15, está interno en un centro de menores de Gijón y pasa los fines de semana con sus abuelos. Su hermano dice que mide 1,80, pesa 68 kilos y se encuentra perfectamente. «Para mí, está delgado», opina.

«Actitud monstruosa»

Tanto o más escandaloso desde el punto de vista social fue el caso del niño de Orense, hecho público en 2009. Entonces tenía 9 años y pesaba 70 kilos, aunque con 5 añitos había superado los 60. Los servicios sociales de la Xunta de Galicia quisieron arrebatar la custodia a sus padres, de etnia gitana, pese a haber prometido a su abuelo, el patriarca, que no lo harían. El endocrino y profesor de dietética Xesús Manuel Suárez García medió y se comprometió a realizar un seguimiento del pequeño y a ponerlo a dieta, antes de que lo separaran de la familia. Fue inútil. Después de transcurridos dos años del desagradable episodio, el doctor lo recuerda como si hubiera sucedido ayer, con enorme indignación. «La actitud de los servicios técnicos y sociales fue monstruosa, de una incompetencia total. No realizaron evaluación nutricional y, aunque el crío ha bajado de peso, el éxito sería mayor si hubiera permanecido con la familia, a la que deberían haber formado. El niño no habría padecido ansiedad». Suárez García se pregunta cómo se quiere integrar a la comunidad gitana si se actúa así y se alega que el hijo estaba aislado socialmente. «¿En una familia gitana un niño puede estar aislado? Imposible. Todos los miembros se apoyan», declara. El niño orensano, de 11 años, está actualmente bajo la tutela de su abuelo.

Otro conflicto similar ocurrió en la localidad británica de Newcastle hace un lustro. Un niño de 8 años y 90 kilos faltaba al colegio por su constante fatiga y para evitar burlas. Las autoridades optaron por no retirar la custodia a su madre, que lo cría en solitario junto a otro hermano.