Tres japonesas rinden tributo a las víctimas del terremoto y el tsunami al contemplar dos féretros en Miyagi. :: CARLOS BARRIA / REUTERS
MUNDO

Cadáveres radiactivos de Fukushima

Más de mil muertos se descomponen junto a la central siniestrada al no poder ser recogidos por los altos niveles tóxicos que contienen

FUKUSHIMA. Actualizado: Guardar
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Ni siquiera los muertos pueden descansar en paz tras la tragedia de Japón. En cualquier otro desastre natural, los cadáveres se recogen, se cuentan, se honran y se entierran, casi siempre en fosas comunes, después del terremoto, huracán o ciclón de turno. Pero no en el país nipón, donde pende la amenaza de las fugas radiactivas procedentes de la siniestrada central de Fukushima 1, golpeada por el tsunami del pasado 11 de marzo.

Según informan los medios nipones, un millar de cadáveres permanecen desde entonces en el perímetro de seguridad de 20 kilómetros alrededor de la planta atómica, cuyas inmediaciones han sido evacuadas por los altos niveles de radiactividad. Protegidos con trajes especiales y dotados con contadores Geiger cuyas agujas saltan cada dos por tres, policías y bomberos intentan recoger dichos cuerpos, pero algunos están tan contaminados que suponen un serio peligro para la salud.

En tales condiciones, los cadáveres atómicos no se pueden entregar a sus familiares. Tampoco es posible quemarlos, como manda la tradición nipona, porque liberarían a la atmósfera más partículas tóxicas. Ni enterrar, ya que contaminarían el suelo. A tenor de la agencia Kyodo, un cuerpo tuvo que ser abandonado el pasado domingo en el pueblo de Okuma, a solo cinco kilómetros de la central nuclear, por «sus elevados índices de radiactividad».

Enclavada al noroeste de la costa nipona, Fukushima fue una de las prefecturas más castigadas por el tsunami, pero de momento solo se han encontrado 1.049 fallecidos y los equipos de rescate todavía buscan a 4.798 desaparecidos. Entre los escombros que dejó la ola gigante y bajo la lluvia ácida de los últimos días, un millar de ellos se pudren en la «zona muerta» de 20 kilómetros en torno a la planta atómica de Fukushima 1.

Los problemas se le acumulan al Gobierno del primer ministro Naoto Kan, cada vez más presionado para ampliar el área de evacuación por el aumento de la radiactividad, que ya supera 4.385 veces los límites permitidos en el mar. Las fugas al Océano Pacífico no cesan pese a los titánicos esfuerzos de los héroes kamikazes que se están exponiendo a altas radiaciones para enfriar los reactores dañados. Lo mismo ocurre en el aire, donde la concentración de partículas tóxicas es 74 veces más alta de lo habitual a 60 kilómetros de la planta y fuera de la zona de exclusión.

Campos contaminados

En los campos de cultivo de Tsushima, a 30 kilómetros de la central, Greenpeace ha detectado hasta 100 microsieverts por hora, mientras que en Iitate, un pueblo de 7.000 habitantes a 40 kilómetros, la medición era de 10 microsieverts (211 veces por encima de lo habitual). El límite legal de radiación permitido es de 1.000 microsieverts anuales, que se podría alcanzar en diez horas en Tsushima y en cuatro días en Iitate. A partir de 100.000 microsieverts acumulados al año, aumentan las posibilidades de sufrir un cáncer, riesgo que también se corre con dosis menores pero continuadas en el tiempo.

Por eso, tanto el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) como Greenpeace han pedido a las autoridades japonesas que amplíe la zona de exclusión y realoje a las 130.000 personas que viven a entre 20 y 30 kilómetros de la central, que se sumarían a las 70.000 ya cobijadas en refugios temporales.

De momento, el Gobierno ha recomendado a los vecinos que permanezcan encerrados en sus casas o se marchen. Pero no para prevenirles futuras enfermedades, sino por falta de suministros porque muchos transportistas se niegan a llevar sus mercancías hasta dichos lugares por miedo a las fugas nucleares. «No tenemos plan de evacuar inmediatamente pero incrementaremos la vigilancia y, si continúa la radiación alta, tomaremos medidas», prometió el portavoz del Gobierno nipón, Yukio Edano.