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'BRRRUM BRRRUM'

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Pues sí, ya están aquí. Igual la onomatopeya incluida en el titular de este artículo no es ni lo más aproximado al ruido -divino ruido- del motor de una de esas máquinas que en miles, casi centenar de millar, llegarán en las próximas horas a Jerez. Porque comienza el auténtico Gran Premio, el auténtico Mundial y no esos inventos cataríes, con luz artificial que te hace sentir en el desierto a temperaturas bajísimas. No, aquí la luz es la que despierta, primero, el gran 'lorenzo' que muchos esperan que acompañe hasta el domingo, y segundo, todas las motos que, a pesar de los pesares y de haber tratado durante algunos años a muchos 'moteros' como auténticos delincuentes, llegan a la ciudad.

Porque el de Jerez es, 25 años después, el Mundial en sí, la alegría de un deporte que vibra en la pista y fuera de ella. Un deporte que, al igual que el fútbol, es algo más que una mera práctica deportiva, es un estilo de vida llevado a práctica a lomos de dos ruedas. Un sueño para el aficionado al motor, una ilusión para el niño que hace dos décadas crecía con el ruido insoportable de una Honda de 600cc y, por qué no decirlo, un oasis dentro del desierto de la crisis para algunos comerciantes de la zona. Un dato a tener en cuenta teniendo en consideración los tiempos que corren. Obviamente el actual GP de Jerez no quita de pobre a nadie, pero da de comer a muchos, lo cual es importante. Desde el que vende bocadillos en la avenida de Arcos al que reparte bolsas de hielo en una gasolinera. ¿Que las discotecas venden menos? Posiblemente. ¿Qué hay menos accidentes? También.

Todo cuenta y, por supuesto, nada vale. Jerez deja de ser ciudad sin ley, ahora es ciudad de moteros, o al menos hasta el domingo. Y lo más importante, que es un sentimiento tan grande que me da para escribir tanto, que ni tan siquiera he tenido que hablar del Mundial en sí. Bienvenidos a Jerez. Que comience la fiesta.