Hola, buenas, ¿es la guerra?
Actualizado: GuardarDe nuevo, volvemos a estar vestidos de caqui todos los gaditanos. 'Hola, buenas, ¿es la guerra?', estaría preguntando Gila ahora mismito con todo el golpe de fragata Méndez Núñez desde Rota con amor hasta las puertas de Sirte, con sus pedazos de harrier y por no hablar de esos aviones espías que salen en las películas y en las novelas de Tom Clancy.
¿Dónde están tus huertos, tu melón, tu calabaza? Bajo las setas de los Awacs o en las tripas metálicas de los aviones tanqueros camino del polvorín más próximo. Aquí, los vemos pasar por encima de nuestras cabezas como si fueran una parada aérea en la playa Victoria, sin preguntarnos siquiera qué ocurriría si nos devolvieran la visita alguno de esos pueblos que alegremente sobrevuelan nuestros aparatos o los de Estados Unidos, que para el caso es igual. Qué pasaría si las gaditanas, entonces, no pudieran hacerse tirabuzones con las bombas que tirarían árabes o persas, o muyaidines camino de una orgía de huríes.
Hola, buenas, es la guerra. Ya sin interrogaciones. La resolución 1973 de Naciones Unidas no es una resolución sino una coartada. Y se la van a pasar por el arco del triunfo casi los mismos que hace ocho años hicieron otro tanto, y sin ONU que les valiese, con Irak. Y aquí paz, y después gloria, diremos silbando ese himno que sigue sin tener letra a pesar de los esfuerzos del ministerio de Defensa y de la Selección Española de Fútbol, alias La Roja.
Hay una guerra pero parece que no fuera con nosotros, como si Rota y Morón no tuvieran demasiado que ver con esta vieja tierra que, a lo largo de los milenios, ha vivido uno por uno todos los conflictos en la historia del mediterráneo: '¿Cómo va a hacer la guerra el mismo pueblo que inventó la fiesta?', se preguntaba Manolo Sanlúcar en Huelva durante la misma tarde del último sábado en que un grupo de ecopacifistas se concentraba ante las cancelas de la base de Rota. Contra la nueva guerra de quienes dicen que buscan la libertad pero tal vez sólo busquen petróleo y contra el tirano que abre fuego aéreo contra su propio pueblo. Y aquí estamos, reenganchados continuamente a un mili perpetua, viendo ir y venir los galaxy, las raudas fragatas, el denuedo de los entorchados, la propaganda rica en acrónimos de quienes piensan que la guerra no es el morir sino un simple juego de salón a mitad de camino entre el ajedrez y la play station.
Pero en todas las guerras, hay muertos. Colaterales o directos. Curiosa costumbre la de salvar a los pueblos aniquilándolos. Entre el fuego amigo y el fuego aliado, no me extraña que los libios decidan coger una barca e intentar ponerse a salvo en Lampedusa: 'Hola, buenas, ¿es la guerra?', dirán al llegar en sus cayucos cuando vean a las fuerzas y cuerpos de seguridad de Europa, armados allí hasta los dientes para negarle incluso el derecho a una simple puerta de emergencia.