PAN Y CIRCO

VITAL

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La semana ha dejado un sabor muy amargo, mucho más allá del que provoca cualquier derrota. Las desavenencias internas y los conflictos permanentes han deteriorado una plantilla que a estas alturas no debería sentir tan fuerte sobre el cuello el nudo de la soga. El caso Dani Miguélez ha terminado por reventar un vestuario en el que sus integrantes ya no se fían ni del de la taquilla de al lado. Tensión es una palabra que sale hasta de las bocas de los protagonistas, a quienes el levante les ha trastornado en las últimas fechas.

Tiene mucho de leyenda pero también gran parte de realidad aquella sentencia de que un grupo unido cuenta con más posibilidades de alcanzar el objetivo. Al menos en Cádiz se tienen ejemplos positivos (el ascenso a Primera con Espárrago) y negativos (aquel plantel que bajó a Segunda B con jugadores que se llevaban a matar).

El hedor es irrespirable, pero siempre hay una pequeña trampilla por la que puede salir este olor nauseabundo. Y se abre ganando partidos, es la manerar de ventilar esto. Las victorias son el mejor (único si apuran) analgésico para que amainen los dolores de cabeza, las únicas vendas para frenar la hemorragia, la vacuna de esta enfermedad degenerativa.

El problema es que ya el paciente no piensa en subir a planta, si no en sobrevivir. Y es que se va. O dan con la solución este domingo, o entrará en fase terminal. En muchas ocasiones se ha hablado de partido clave, encuento decisivo, pero no son más que aliños para dar emoción a la tarde. Lo de mañana es vital. Ganar es respirar, cualquier otra cosa es entrar en parada cardiorrespiratoria, con la urgencia de aire asistido por parte de unos rivales que ya no dan ni agua.

No sé si los futbolistas lo tendrán claro. Muchos seguro que no, por como actúan. Pero el aficionado sí que lo sabe. Y mañana tendrá oportunidad de demostrar que es más maduro y consciente que aquellos que están arrastrando el escudo de su camiseta.