Paco Godia: del Maserati al Tàpies
El pionero de la Fórmula 1 en España fue un empresario catalán, gran coleccionista de arte
Actualizado: GuardarEn los años cincuenta, los pilotos de Fórmula 1 no eran deportistas musculosos curtidos en simuladores y gimnasios. Los historiadores del automovilismo acuñaron la expresión 'gentleman driver' ('caballero conductor') para referirse a estos pioneros que, invariablemente, reunían tres condiciones: desayunaban adrenalina, tenían mucho dinero y procedían de buena familia. Eran los hijos locuelos de la alta burguesía.
El catalán Francisco Godia (1921-1990) cumplía con todos estos requisitos. Su abuelo fue militar, su padre montó en Barcelona un próspero negocio de importación y el joven Paco recibió una educación conservadora y muy religiosa. Cuando estalló la Guerra Civil, Godia escogió pronto su bando: con 16 años, se convirtió en el alférez provisional más joven del Ejército de Franco. Durante la dictadura, Francisco Godia siguió atendiendo la empresa familiar, cada vez más boyante, pero también dedicó tiempo y dinero para cultivar sus dos pasiones: los coches de carreras y el arte medieval.
Godia disputó 25 grandes premios de Fórmula 1, entre 1951 y 1958. Fue el pionero absoluto de la disciplina en España, aunque algunas fuentes sitúan por encima el nombre del catalán Juan Jover. Sin embargo, Jover no llegó a participar en ningún gran premio por pura mala suerte. En su única participación, cuando iba a tomar la salida en el circuito de Montjuic, en 1951, se rompió el motor de su Maserati y tuvo que ver la carrera desde la grada.
«Correr es lo más bonito»
La trayectoria de Paco Godia fue mucho más larga, aunque no llegó a pisar ningún podio. En 1956, su mejor temporada, fue cuarto en Nurburgring y en Monza. Como todos los pilotos de su tiempo, no solo corrió en Fórmula 1, sino que también compitió en pruebas de resistencia, turismos, rallies o subidas en cuesta. «Correr es lo más bonito del mundo -decía-. Sin discusión. No hay nada que me haya gustado tanto como correr en automóvil ni nada que me haya producido más satisfacciones».
Pero, casi a la misma velocidad con la que conducía su Maserati, Paco Godia iba incrementando su cuenta corriente y su colección de arte. Definitivamente, tuvo bastante más fortuna que Juan Jover, que se mató en accidente de tráfico en 1960, pocos días después de anunciar su retirada del automovilismo de competición.
Entre otros negocios, Godia, amigo de Emilio Botín, fue presidente de la empresa Iberpistas y de la química Cros. Su colección de arte, que reunía obras de los siglos XII al XX, de la 'Virgen de la leche' a Antoni Tàpies, adquirió tal dimensión que, para gestionarla, se constituyó en 1999 una Fundación presidida por su hija Liliana. En la actualidad, ocupa un palacete modernista en el barrio barcelonés del Ensanche (la casa Garriga Nogués, obra del arquitecto Enric Sagnier). Los visitantes del museo, abierto al público, se sorprenden cuando, entre lienzo y lienzo, se topan de bruces con el bellísimo Maserati rojo que condujo Paco Godia en los años cincuenta. Liliana ha querido unir en la sede de la Fundación las dos grandes aficiones, aparentemente antagónicas, de su padre: la velocidad y la estética; la conducción de coches de carreras y la contemplación serena de obras de arte.
Hasta la sonora irrupción de Fernando Alonso en 2001, ningún español había logrado en la Fórmula 1 un palmarés tan redondo como Godia, aunque el marqués de Portago le había superado con su segundo puesto en el Gran Premio de Inglaterra. Desde aquellos dos intrépidos 'gentlemen drivers', diez españoles más han experimentado la sensación de competir en la categoría reina del automovilismo. Pero ya eran otra cosa.