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«Me ofrecieron 800 euros y no me pagaron»

En una declaración ante la jueza plagada de contradicciones, Isabel García señala al programa de Ana Rosa. La periodista insiste en que no hubo coacción

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Se enmaraña la investigación abierta a Telecinco por el ‘caso Mariluz’. El miércoles declaró la mujer de Santiago del Valle, que en una comparecencia salpicada de contradicciones, señaló al programa de Ana Rosa Quintana. Dice que le ofrecieron dinero –«entre 600 y 800 euros»– y que no ha visto un duro. Además de su testimonio, la jueza escuchó a los periodistas imputados, que mantuvieron la misma versión de siempre: Isabel «de manera libre y voluntaria» acusó a su marido de la muerte de la niña de Mariluz.

Lo hizo en directo y en ‘El programa de Ana Rosa’ (Telecinco), el pasado 25 de febrero, con una confesión que le ha acarreado una imputación por falso testimonio y ha sentado a nueve periodistas en los tribunales. La jueza, a petición del Ministerio Fiscal –que ordenó la apertura de las diligencias–, investiga si hubo coacción.

Durante 14 horas declararon en el Juzgado número 43 de Plaza de Castilla (Madrid) los reporteros imputados, salvo la de Antena 3 porque no llegó la citación a la cadena y dos de Telecinco que justificaron su imposibilidad de asistir y que declararán próximamente.

Pero la atención estaba puesta en dos testimonios: el de Isabel García –que tuvo que ser atendida por un médico a mitad de interrogatorio– y el de Ana Rosa. La periodista siguió el guión previsto y mantuvo que no hubo coacción. Fuentes judiciales explicaron que Ana Rosa presentó la entrevista de Isabel «como un tema más incluido en la escaleta del programa» y se reafirmó en su «sorpresa» al escuchar la confesión. Más eco que las palabras de Ana Rosa tuvieron su llegada y salida de los juzgados –entró sobre las 17.00 y salió pasadas las 20.00–. Tan discreta quiso ser que llamó más la atención. Accedió por los garajes destinados a los magistrados y funcionarios para evitar los focos y se fue en un coche con las lunas tintadas, un asunto que podría traer cierta cola.

El testimonio de Ana Rosa y del resto de periodistas de Cuarzo –la productora responsable del programa– no deparó sorpresas. El de Isabel, algunas. El abogado de la mujer de Del Valle mantuvo ante la jueza que hubo coacción porque «una persona con un grado de minusvalía está vulnerable. Si pasas diez días con ella es fácil ganártela». Isabel apoyó esta tesis al asegurar que en ‘El programa de Ana Rosa’ le prometieron «entre 600 y 800 euros» a modo de incentivo para que hiciera las entrevistas y fuese al plató. «Pero no me pagaron», denunció. También asegura que cuando la llevaron a comisaría le dijeron «que iba a ver a un amigo». Los periodistas negaron la mayor. «No se ofrece dinero a ningún invitado y tampoco se ofreció esta vez» y cuentan que la llevaron a la Policía porque ella lo pidió. El abogado de Isabel volvió a llamar a atención sobre el hecho de que la gente del programa «no la dejara ni a sol ni a sombra durante doce días», aunque la propia Isabel reconoció que la reportera que estaba con ella durante la confesión «se portó muy bien».

«Quería decir la verdad»

Ése es el momento clave, cuando la periodista pide paso en directo. Según fuentes judiciales, García manifestó ante la jueza que «se había quitado una pena de encima y que lo único que quería era decir la verdad». «Yo pedí que volvieran las cámaras porque estaba traumatizada y quería decir la verdad», le contó a la magistrada la mujer de Santiago del Valle.

La actuación de la reportera que estaba con ella quedó en entredicho a raíz de un vídeo en el que se la ve tratando de calmar a Isabel García. Ésta, visiblemente alterada, está hablando con alguien por teléfono y le indican «que no diga dónde está». Además, Isabel pide entre sollozos que no la graben y la reportera hace señas al cámara para que no apague. Después se le escucha decir que no se la va a quitar nadie –la periodista manifestó en el juzgado que estaba tratando de «protegerla»–. Entonces Isabel se contradice: «Nadie me impidió hablar por teléfono con otros medios», jura. Y, de repente, sale con la versión contraria: «No me dejaban hablar con nadie».