La psicosis radiactiva desata la guerra del agua en Tokio
La embotellada se ha agotado en los centros comerciales y la capital japonesa ya ha impuesto restricciones a su venta
RIKUZENTAKATA.Actualizado:En Tokio, el bien más preciado ya no es un apartamento en el elitista barrio de Ginza, ni una mesa en el famoso restaurante de 'sushi' Kyubey, ni la última pantalla de plasma a la venta en Akihabara, ni el deportivo más futurista de la marca Toyota. El tesoro más valorado es ahora una simple botella de agua, ya sea con o sin gas y mineral o simplemente purificada.
Después de que el Gobierno nipón reconociera que el agua del grifo no era salubre para los bebés, aunque sí para los adultos, las estanterías volvieron a vaciarse ayer en las tiendas y supermercados de la capital. Cada vez que el Ejecutivo informa sobre los nuevos niveles de radiactividad detectados tras las fugas en la central nuclear de Fukushima 1 el pánico se dispara en esta megalópolis que es la mayor concentración urbana del planeta con una población de 36 millones de habitantes.
A pesar de que las autoridades intentaron calmar a la asustada población al asegurar que la radiactividad había vuelto a bajar en el agua, los tokiotas hicieron acopio de botellas y el portavoz del Gobierno, Yukio Edano, no descartó recurrir a las importaciones. Según Efe, en Internet se ofrecían doce botellas de dos litros de agua a 18.800 (164 euros), mientras que algunos establecimientos de Tokio imponían restricciones y no vendían más de un botellín por persona. Para que sus madres pudieran hacerles el biberón sin riesgos para su salud, el Ejecutivo repartió 240.000 botellas entre los 80.000 menores de un año registrados en Tokio. Pero el problema es especialmente grave en las localidades próximas a la planta de Fukushima, donde la radiación ya ha contaminado la leche y una docena de productos agrícolas en un radio de 120 kilómetros a la redonda. A partir de ahora, los alimentos nipones van a ser escrutados con lupa en otros países como Estados Unidos, Singapur, Australia y Canadá.
En las prefecturas de Chiba, Saitama e Ibaraki, vecinas de Fukushima, los análisis descubrieron en el agua elevados rastros del temido yodo radiactivo, que puede causar cáncer de tiroides. «No hay duda de que se debe al desastre nuclear», afirmó el responsable de vigilar la calidad del agua en Chiba, Kyoji Narita, quien desaconsejó su consumo entre los niños. Los niveles de radiactividad están todavía por debajo de los 300 becquerelios que puede tolerar el cuerpo humano de un adulto, pero la alarma se ha desatado hasta tal punto que la empresa filipina Asia Brewery va a donar a Japón 700.000 botellas de 350 mililitros.
Heridos en Fukushima
Y la psicosis continuará mientras los ingenieros no controlen definitivamente los escapes de Fukushima, donde tres trabajadores sufrieron ayer una peligrosa exposición a las radiaciones. «Dos fueron trasladados al hospital cuando se hundieron en un charco de agua contaminada que les afectó las piernas pese a vestir trajes protectores», informó un portavoz de la Agencia de Seguridad Industrial y Nuclear. Con ellos, son ya 14 los operarios expuestos a radiaciones de hasta 180 milisieverts, aún por debajo de los 250 permitidos para los trabajadores de centrales atómicas pero superiores a los 100 anuales a partir de los cuales aumenta el riesgo de cáncer.
En las torres de la central, reducidas a escombros tras las explosiones, trescientos empleados de la planta se juegan la vida a oscuras para conectar el sistema de refrigeración eléctrica que devuelva el control de los reactores, cuyos núcleos están parcialmente fundidos y amenazan con más fugas radiactivas.
A medida que pasan los días, no solo aumenta el balance oficial de víctimas, que asciende ya a 9.700 muertos y 16.500 desaparecidos, sino también el cálculo de las pérdidas materiales. Según el Gobierno, el coste de esta catástrofe que ha devastado siete prefecturas en la costa noreste superará los 217.885 millones de euros. El tsunami de Japón se convierte así en el desastre más caro de la historia, por delante del terremoto de Kobe y el huracán 'Katrina'.