ALGUNOS INGENUOS
Actualizado:Pedro Pacheco, ex alcalde casi legendario de Jerez de la Frontera, es un ser de imposible definición que aparece y desaparece políticamente utilizando unas reglas y una lógica de incompresible manejo y comprensión para cualquier observador desde fuera. Ha muerto políticamente más veces que el Cid Campeador o que el indio Jerónimo, asistente de primera fila en no pocos entierros de sus enemigos políticos. En definitiva: no sabemos si Pacheco existe ciertamente o es una leyenda que surgió de aquel andalucismo romántico de los albores de la Transición política. Ahora, pretende resucitar.
El andalucismo, aquella épica romántica que pusieron en marcha cuarenta años atrás una serie de inquietos huérfanos de las siglas políticas de la época establecieron contacto con Pacheco y le ofrecieron ser candidato a la alcaldía de su ciudad, Jerez, como aspirante andalucista. Y ahí empezó la historia, después la leyenda y, ahora, la nostalgia de los allegados más cercanos a Pacheco. Los que hemos caminado alguna vez por Jerez acompañando a Pacheco nos hemos desesperado ante las continuas demandas de autógrafos por parte de los viandantes. La última vez que nos encontramos en Sevilla, semanas atrás, me dijo: «Vuelvo dispuesto a formarla».
Y ahora con razones concretas si finalmente se confirma que el PSOE pretende sondearle ante la posibilidad de que sea el candidato del partido en Jerez. Estamos en ese momento de las ofertas, las promesas, la exhibición de las heridas internas y los ajustes de cuentas. ¿Qué opina el andalucismo? De momento pretende la alcaldía de Sevilla, pero ello sería como jugar la 'Champions' con jugadores aficionados, pues la política profesional exhibe tres condiciones: callos en el corazón, romanticismo cero y al adversario ni agua. Por ello mismo, cada vez que una gerontocracia política se acuerda de un periodista se forma el desastre del siglo, brillan las navajas y todos pagan un precio alto por tanta insensatez.
Algunos ingenuos, creyeron, creímos que, con la entrada femenina en el mundo político, éste espacio se humanizaría y sería más transitable y asumible. Para nada, aunque al principio acariciamos la esperanza. Al contrario. La mujer que sale de la política no vuelve ni escoltada por los "marines". Y como cunda el ejemplo, el campo santo político será tan amplio como el desierto del Gobi y tan profundo como los yacimientos marinos de petróleo.