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Gadafi amenaza con armar a un millón de civiles para «una guerra muy larga»

El dictador asegura que nadie se llevará «nuestro petróleo» porque «moriremos como mártires» defendiendo cada metro cuadrado

BENGASI. Actualizado: Guardar
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¿Dónde está Muamar Gadafi? El líder libio no ha aparecido ante su pueblo desde el inicio de la operación 'Odisea al amanecer'. Su respuesta amenazante a la comunidad internacional ha llegado en las últimas horas a través de mensajes de voz a la radiotelevisión pública. «Lucharemos hasta el final si siguen los ataques y será una guerra muy larga», aseguró en su última comparecencia de quince minutos en la que advirtió de que «solo los que están sobre el terreno ganarán la batalla final» e insistió en que «Estados Unidos, Francia o Reino Unido nunca se llevarán nuestro petróleo» porque «moriremos como mártires defendiendo cada metro cuadrado». Una amenaza en la que calificó el inicio de la ofensiva como « guerra fría» contra el islam.

Para organizar su contraataque el Gobierno libio anunció la apertura los arsenales «con el objetivo de armar a un millón de ciudadanos en las próximas horas», según fuentes del Ministerio de Defensa citadas por la agencia oficial Jana. Una amenaza que ya lanzó el dictador al comienzo de la revolución contra su régimen y que no asusta en Bengasi, donde la población, por norma, no cree ninguna de las informaciones que salen de los medios oficiales.

El efecto directo de la intervención internacional sobre el terreno fue el freno en el avance de las fuerzas de Gadafi hacia Bengasi. Sus blindados calcinados fueron las víctimas de los primeros ataques de un operación que ya ha logrado establecer la zona de exclusión aérea tal y como anunció el máximo responsable militar estadounidense, el almirante Mike Mullen, en una entrevista a la cadena NBC. El alto oficial también apuntó que la operación puede concluir sin que Gadafi abandone el poder, «aunque tendría que hacer importantes cambios y concesiones» Y aunque no pueda usar aviones ni helicópteros, el llamado guía de la revolución parece dispuesto a seguir con su ofensiva y ayer sus hombres volvieron a castigar Misrata, el último feudo rebelde en el oeste del país, y ocuparon su centro urbano.

Oleada de heridos

Mientras en Trípoli aseguran que respetan el alto el fuego y acusan a la comunidad internacional de haberlo violado, en los hospitales de Bengasi se esfuerzan por atender a la oleada de heridos llegados en las últimas horas. Algunos son combatientes como Ahmed Mjarib, alcanzado frente a la universidad cuando intentaba frenar el avance de los tanques gubernamentales, pero otros son civiles que fueron heridos desde vehículos que realizaron incursiones de castigo en varios barrios de la capital rebelde.

«Me hirieron pasadas las diez de la noche desde un coche que se saltó un puesto de control. Iban al menos cuatro personas. Tengo miedo porque esos ataques son fáciles de llevar a cabo y ante eso sí que no pueden hacer nada los aviones extranjeros que ayer nos salvaron la vida», confiesa Muraja Ibrahim, abogado de 23 años, con heridas en las dos piernas de las que se recupera en el hospital Jala. Las autoridades libias también informaron de que más de sesenta personas perdieron la vida por los ataques desde mar y aire llevados a cabo por los aliados.

En los cafés no hay otro tema de conversación. Las televisiones sintonizan Al-Yasira las 24 horas y los vecinos miran entusiasmados las imágenes de los misiles saliendo de los barcos rumbo a Trípoli, Misrata y Sirte. «Muy buenas noticias, lo mejor que nos podía pasar. Pero tienen que bombardear su casa y matarle, hasta que Muamar no se muera esto no terminará», advierte un vecino que sigue el balance de la veintena de ataques llevados a cabo por la coalición. Nadie podía contener la euforia por una acción que logró frenar a las fuerzas de Trípoli y que devuelve el ánimo a unas tropas rebeldes que en las últimas semanas se habían mostrado incapaces de hacer frente a los hombres del dictador y su mejor armamento.