UN ESPECTÁCULO BOCHORNOSO
Actualizado: GuardarLa semana ha ido de espectáculos bochornosos en Jerez. Ahí están los del PSOE, que ya aburre, y el de algunos trabajadores municipales con el consejero de Educación. Sobre el primero no me voy a extender porque, como ya he dicho, cansa y, además, creo que sus protagonistas se han calificado a sí mismos con sus actos. Y, ojo, a los de uno y otro bando, porque no comparto eso de que haya culpables solo en uno. Aunque quizá tuviese que remontarme demasiado atrás en el tiempo para argumentar esa afirmación y no es el momento. Prefiero ocuparme ahora al otro espectáculo tan bochornoso al que hacía referencia en las primeras líneas de este mismo artículo.
Traspasar los límites siempre es peligroso. Y hablo de los trabajadores municipales y sindicalistas que el viernes abordaron al coche oficial del consejero de Educación, cuando éste llegaba al Ayuntamiento de Jerez para participar en un pleno extraordinario para la entrega de la Medalla de Oro a la Escuela de Arte. Las escenas que se vieron fueron lamentables. Muy lamentables. Penosas. Bochornosas y cuantos más calificativos que se quieran aplicar.
Vale que los empleados del Consistorio lo pasan mal por culpa de los retrasos en el cobro de sus nóminas. Que éstos se llevan repitiendo ya demasiados meses y que los bancos no perdonan a ninguna familia el retraso en el pago de una letra o un recibo. Vale que se sientan engañados y ninguneados por el gobierno local. Vale que ellos no son responsables de que la plantilla del Ayuntamiento esté sobredimensionada, que lo está, y mucho. Y vale que tienen todo el derecho a quejarse, a protestar, a movilizarse, a manifestarse, a exigir lo que les corresponde.
Pero no es de recibo lo que hicieron el viernes. Le tocó al consejero de Educación, Francisco Álvarez de la Chica, pero le pudo haber tocado a cualquiera. A los energúmenos les daba igual quién, la cuestión era lanzar su rabia contra alguien con cargo, con responsabilidad, contra un político importante. Porque, claro, Pilar Sánchez -la verdad sea dicha- ya la tienen muy vista y ha estado demasiadas veces en el centro de su diana. Golpearon su vehículo, le echaron tierra, zarandearon a varias personas que se pusieron en medio, intentaron cortarle el paso... Ver las imágenes produce una mezcla de indignación y pena. Y un sentimiento de repulsa hacia quienes las protagonizan.
Además, pierden la razón que puedan tener con acciones como ésta. Y cargan de ellas a quienes señalan como culpables de su situación. Estoy convencido de que ésa, precisamente, no es su intención. Se hacen un flaco favor a sí mismos. Pero eso es lo de menos. Lo más importante -y penoso a la vez- es que no están ayudando a calmar el clima de crispación en el que lleva inmersa la ciudad desde hace demasiado tiempo. Uno tiene cada vez más ganas de que pase el 22 de mayo. Y sospecho que buena parte de Jerez también.