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ESPAÑA

De la retirada de las tropas de Irak a la coalición contra Gadafi

Zapatero embarca a España en un conflicto bélico con el aval de la ONU y sin contestación social ni política interna

PAULA DE LAS HERAS
MADRID.Actualizado:

«Todas las cosas se ven distintas cuando uno es presidente del Gobierno; el sentimiento de responsabilidad es casi una reacción química». José Luis Rodríguez Zapatero no hablaba de participar en un ataque sobre Libia cuando, el pasado miércoles, hizo esta reflexión en el Congreso de los Diputados. Se refería al uso de la energía nuclear, pero lo mismo habría dado. La frase es un reflejo claro de la evolución que ha seguido el jefe del Ejecutivo desde que llegó al palacio de la Moncloa en abril de 2004 hasta el que puede ser su último año de mandato.

Los socialistas protestan, cargados de argumentos, porque se intenta equiparar el apoyo del Gobierno de José María Aznar a la invasión norteamericana y británica de Irak, de la que hoy se cumplen ocho años exactos, con la operación militar contra el coronel Muamar el Gadafi en Libia. Esta vez el respaldo de la comunidad internacional es amplio, existe una resolución inequívoca del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que autoriza a los aliados el uso de la fuerza, la Liga Árabe avala la acción bélica, la opinión pública no ha expresado, por el momento, oposición alguna a la intervención y el rechazo de otras fuerzas políticas es residual. Pero eso no impedirá que la imagen de aquel Zapatero antibelicista y pacifista de los primeros tiempos termine de descomponerse.

Convicción inalterable

El camino hasta aquí ha sido, en realidad, progresivo. Mucho más que el transitado en el terreno económico. En septiembre de 2004, el presidente del Gobierno aún se atrevía a explicar ante los 141 embajadores extranjeros en España su «convicción inalterable» de que la «guerra convencional» no era el mejor método para combatir el terrorismo internacional. Apenas unos meses antes, el 18 de abril, había anunciado la retirada de las tropas de Irak. Era la primera medida que tomaba como presidente del Gobierno.

Cuatro años más tarde, en noviembre de 2008, su actual ministra de Defensa, Carme Chacón, declaraba abiertamente y sin que nadie en el Gobierno se mostrara incómodo que España está en Afganistán -la misión militar española más peligrosa y con mayor número de efectivos- para luchar contra esa amenaza terrorista representada, en este caso, por los talibanes.

La llegada de Barack Obama a la Casa Blanca tampoco fue inocua. Fue su llamada a la colaboración la que llevó a Zapatero a aceptar el envío de decenas de guardias civiles a Irak para formar, adiestrar y equipar a policías de ese país dentro de la misión internacional 'Eujust lex'. Paradójicamente, aquella misión había sido lanzada años antes en el marco de una nueva resolución de Naciones Unidas posterior a la invasión, ya en octubre de 2004, que el jefe del Ejecutivo, aún inmerso en el fervor del 'no a la guerra', consideró insuficiente para avalar la presencia de tropas españolas en el país.

Lo que está claro es que a partir de ahora Zapatero no podrá echar mano con tanta alegría de su hazaña frente a George W. Bush para ganarse al electorado joven de izquierdas. En los mítines del PSOE era habitual, hasta ahora, que sonara a todo trapo aquella vieja canción de 'Tequila' para animar al personal: «No, no, que el tiempo no te cambie.». Como a todos los presidentes, y a los que no lo son, los años han pasado factura al actual secretario general del PSOE. Él mismo lo admitió ante el pleno del Congreso hace unos meses. «Se puede intentar ser coherente toda la vida, pero lo que no se puede es ir y darte un golpe contra la pared por tus concepciones ideológicas». Zapatero ya tiene su guerra.