Acuerdo tardío pero necesario
El aval de la ONU a una acción en Libia puede impedir la cruenta represión de Gadafi
Actualizado: GuardarCon el considerable apoyo de la opinión pública mundial y el 'adecuado aval de la ONU', que sus valedores norteamericanos y europeos consideraron siempre indispensable, la comunidad internacional acordó tomar cartas en el grave asunto del embrión de guerra civil sobrevenida en Libia. El acuerdo se produjo casi in extremis, cuando el coronel Muamar el Gadafi se encontraba a punto de derrotar a sangre y fuego la revuelta social y política pro-democrática que llegó al país tras su rápido éxito en sus vecinos tunecino y egipcio. La dureza de la represión ha conmovido al mundo y la resistencia popular de gente inerme ayudó a propiciar esta necesaria reacción. Quienes tomaron a su cargo la tarea de intervenir y sopesando los desastres causados con ciertos precedentes, convinieron muy juiciosamente en que deberían darse tres condiciones indispensables antes de hacerlo: que el recurso a medios militares fuera percibido como absolutamente inevitable, que la operación dispusiera de luz verde de las Naciones Unidas y que, tras ser presentada por un país árabe, Líbano, registrara un explícito consenso árabe e islámico, un hecho de gran relevancia política y psicológica. Con relativa rapidez se reunieron las tres y solo algunas horas después de que el Consejo de Seguridad emitiera la resolución esperada (diez síes contra cinco abstenciones) se puso en marcha un dispositivo militar que podrá tomar «todas las medidas necesarias» para alcanzar su objetivo central de proteger a la población civil, aunque se excluyó cualquier posibilidad de una ocupación del país con fuerzas de infantería. Se había esbozado en seguida un consenso euronorteamericano con la nota no muy frecuente de que Washington delegaba gran parte del impulso diplomático en sus socios europeos, más cercanos geográficamente al escenario físico del conflicto y al corriente del mismo.
Alemania prefirió abstenerse en la votación y unió su voto, sorprendente, al de los ahora célebres BRIC (Brasil, Rusia, India y China) sin una argumentación clara y, supuestamente, porque el público es crítico con la presencia germana en Afganistán. Según algunas hipótesis no muy generosas, porque la acción en Libia no convendría a los calendarios electorales de la canciller Merkel. Esta, sin embargo, matizó ayer las cosas y pareció dispuesta a ayudar en la instauración de la zona de exclusión aérea. Al ser Turquía también miembro de la OTAN y contraria a la intervención, la Alianza Atlántica no podrá actuar como tal, lo que, por lo demás, no es un inconveniente táctico e incluso presenta ventajas políticas, de imagen y de opinión.
En el contexto descrito, el Gobierno español hizo saber sin tardanza su apoyo material y político a la intervención y adoptó las decisiones logísticas que se imponen. En presencia del secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, el presidente del Ejecutivo recurrió a un tono muy firme para expresar la disposición fundamentada, según sus palabras, en el registro moral ante una situación tan apremiante desde el punto de vista de los derechos humanos y los requerimientos del derecho internacional. Se advierte además un conveniente y buen acuerdo sobre el particular entre los dos grandes partidos y esta conducta de ambos es útil, justa y oportuna. Las diferencias con Irak son claras: la ONU autoriza la operación, la Liga Árabe y la Conferencia Islámica la demandan y respaldan, y el pueblo libio la pide a gritos porque la necesita imperiosamente.