Incertidumbre económica
Un nuevo patrón de crecimiento requiere asegurar el suministro energético
Actualizado:a incertidumbre generada por la debacle financiera de las 'subprime' primero, por las flaquezas de un modelo de crecimiento basado en la construcción residencial después y por las crisis griega e irlandesa en el último año parecía disiparse cuando las previsiones de recuperación se han ensombrecido de nuevo. En pocas semanas las perspectivas de la economía europea y mundial han sufrido el doble revés de la inestabilidad en países productores de petróleo y gas, y de la mortal destrucción en Japón que, al afectar a la seguridad de plantas nucleares, ha modificado el panorama en materia energética. Es probable que asistamos al retraimiento de la actividad económica en países que pudieran ser tractores para la reactivación en España, dado que afectaría también a las buenas expectativas que acaba de ofrecer EE UU. La eventualidad de que la política monetaria a ambos lados del Pacífico, con la revaluación del yen y la consiguiente depreciación del dólar, sitúe al euro en un nivel de cotización que dificulte nuestras exportaciones pospondría la recuperación en España, que se vería aun más perjudicada si el BCE opta por subir los tipos de interés. Al margen de imponderables ajenos a la responsabilidad de las instituciones europeas o españolas, las nuevas incertidumbres son más acusadas porque la UE no puso en marcha a tiempo una estrategia común capaz de paliar los efectos de su dependencia energética, y España eludió también afrontar la cuestión. Se había asumido que el incremento de los costes energéticos debía soportarlo la economía en su conjunto como una carga insoslayable, repercutiendo al final en la competitividad, sobre la evolución salarial y en el encarecimiento de los productos de consumo. Los últimos acontecimientos demuestran que es imposible un nuevo patrón de crecimiento si no se asegura y estabiliza el suministro energético, conteniendo su uso mediante procesos más eficientes. Aunque ahora lo urgente es que los demás países desarrollados nos mostremos dispuestos a auxiliar a la tercera economía del mundo, la japonesa, atenazada por la mayor de las incertidumbres. Y no solo desde un compromiso solidario, también por la necesidad que el desarrollo económico global tiene de que el valor añadido que Japón aporta al resto del mundo no se quede atrás.