Imagen nocturna del área de Yamada, completamente destruida por el terremoto y el posterior tsunami. :: AFP
MUNDO

La cara oscura del sol naciente

La nieve dificulta las tareas de rescate y desescombro mientras las pérdidas materiales superan ya los 100.000 millones de euros

TOKIO. Actualizado: Guardar
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Por si fueran pocas las dificultades a la que se enfrentan las autoridades y la población japonesas, ayer se unió la mala meteorología. La abundante nieve que cayó en las zonas más afectadas por el tsunami -las provincias de Miyagi y Fukushima padecen temperaturas de menos cinco grados- supuso una nueva prueba de fuego para los equipos de rescate, al tiempo que el Gobierno aún no se ha detenido a calcular las pérdidas económicas que ha supuesto la catástrofe, aunque ya se apuntan algunas cifras aproximadas y escalofriantes.

Tampoco las víctimas tienen número exacto. El Ejecutivo hablaba ayer de 3.700 muertos y más de 10.000 desaparecidos. Lo que es seguro es que estas cifras aumentarán cuando culmine el desescombro, tiempo que nadie se atreve a fijar. Lo que si sabe la población es que muchos de los cadáveres jamas serán encontrados y sepultados, algo que para los japoneses supone un doble dolor, dadas su arraigadas tradiciones mortuorias. Pero es que la ola gigante de diez metros, después de ahogarlos, arrastró los cuerpos mar adentro cuando las aguas retrocedieron.

Pero la voluntad y paciencia del pueblo nipón no tiene límites, al igual que su esperanza. Por eso, con lentitud y entorpecidas por la nieve, aunque de forma perseverante, continúan las tareas de rescate y limpieza en el noreste, donde los militares se afanan buscando cadáveres en pueblos como Otsuchi, en el que han desaparecido más de la mitad de sus 17.000 habitantes.

Llamada a reservistas

El ministro de Defensa, Tshimi Kitazawa, anunció ayer que 10.000 reservistas del Ejército han sido llamado a filas para ayudar a los 100.000 soldados desplegados en las regiones más devastadas para ayudar en una tarea ingente.

En el capítulo de daños materiales, las pérdidas en edificios, producción y consumo se sitúan entre 10 y 16 billones de yenes (entre 90.000 y 144.000 millones de euros), lo que supone un duro golpe para la alicaída economía nipona, que no termina de levantar cabeza desde la crisis asiática de 1997. Casi 80.000 edificios y viviendas resultaron destruidos y más de medio millón de evacuados viven en unos 2.500 refugios temporales, muchos de ellos carentes de agua y electricidad.

El Gobierno ha pedido a la población que no haga más acopio de combustible que el estrictamente necesario y se comprometió a distribuir toneladas de arroz para evitar problemas de abastecimiento. La escasez de gasolina se acentúa en las zonas más golpeadas, lo que entorpece el rescate y la evacuación, mientras en otros puntos se llenan bidones como medida de precaución.