El crucero ha combinado las excursiones por el caribe con charlas sobre el cáncer
Sociedad

Vacaciones para seguir a flote

Pacientes con cáncer arrojan sus miedos al mar y hablan abiertamente de la enfermedad en un crucero por el Caribe

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La maleta ha ido y ha vuelto bien cargada de bañadores, pareos, bermudas y chanclas al Caribe. Pero al contrario de lo que ocurre en los viajes, ha regresado con bastante menos peso. Muchísimos kilos menos, kilos que no se ven, pero que pesan como toneladas. Eran los temores que a sus 50 años Begoña Barragán arrastraba desde que le fuera diagnosticado un linfoma en 2001. «Tengo miedo al dolor, al sufrimiento y a no poder tener un final de mi vida digno», resume esta empresaria madrileña. Estas mismas palabras sobre un papel morado y naranja son las que entre lágrimas se llevó el viento y el mar, cerca de La Habana, hace unos días gracias a un crucero organizado por la Asociación Española de Afectados por Linfomas, Mielomas y Leucemias (AEAL) en colaboración con el Grupo Español de Pacientes con Cáncer (GEPAC).

El viaje le ha servido a Begoña para desprenderse, al menos físicamente, de sus mayores pesadillas tras tirar sus miedos al mar en una ceremonia que organizan año tras año y en la que la palabra «recaída» se repite incesantemente. Ahora se vuelve a sentir más ligera y con fuerzas renovadas para seguir luchando día a día para que sus terrores no regresen. Comparte esa sensación con los 58 pacientes que han disfrutado (junto con amigos y familiares, además de otros pasajeros) de unas particulares vacaciones en el mar unidos por su lucha contra el cáncer. Pero aquí no hay censura sobre la enfermedad. No es un viaje para olvidarse de un diagnóstico que deja muy tocado. Al contrario, se habla, y mucho, de ella, pero a la vez se disfruta cada segundo de la 'tournée' con una sonrisa de oreja a oreja. Eso sí, ha habido algún que otro lloro, «pero también muchas carcajadas», apunta Begoña, presidenta de AEAL y de GEPAC.

Tercer crucero

En su periplo entre Cancún y La Habana todos han recargado las pilas para afrontar con energía «lo que tenga que venir», matiza Alfonso Aguarón. Es el tercer año que AEAL embarca a sus socios en un buque. Ellos se pagan el viaje de su bolsillo, un poco más económico gracias al descuento de la naviera. Solteros, casados, con la familia al completo, jóvenes, niños, jubilados... viajan juntos y compaginan el ocio y el trasiego habitual de un crucero por el Caribe con charlas sobre la enfermedad. Y la medicina parece que funciona. «Convivir una semana en este entorno con personas que han pasado por lo mismo es de lo más enriquecedor que me ha ocurrido desde que caí enfermo», puntualiza Víctor Rodríguez.

El crucero no es nada monotemático, por más que la palabra cáncer esté muy presente y sus camisetas moradas y sus pañuelos naranjas llamen la atención. Además, viajan con médicos especializados -oncólogos, psicólogos, hematólogos...- que les ayudan a plantar batalla a sus peores inquietudes mientras visitan Cuba, se dan un baño en paradisiacas playas o pasean por las Islas Caimán. La bata blanca se ha transformado estos días en bermudas y bañadores, y el despacho médico, en el salón de actos del buque 'Gemini'. Casi un confesionario en alta mar del que salen fortalecidos hasta los más pequeños de la casa. «El crucero es hablar con gente que me entiende, sentirme una más, compartir risas, asumir que tengo miedos pero que puedo con ellos, disfrutar del tiempo, vivir.», explica Belén Gutiérrez. Ella, como sus compañeros de viaje, lo último que se esperaba tras el jarro de agua fría de un diagnóstico de cáncer era que se pudiera ir de crucero... y disfrutar tanto. Y los 58 lo han hecho aunque a algunos ni siquiera les haya dado tiempo a desembalar su maleta. Hoy miércoles ya les esperaban sus tratamientos y las agotadoras sesiones de quimio o radio. Pero han llegado con una sonrisa que lo puede todo.