Cosas bonitas y buenas de Leandro y Juan Bautista
Corrida desigual de Alcurrucén, con dos últimos toros de buen juego, personalidad y entrega suficientes
V ALENCIA.Actualizado:Los toros mejores de Alcurrucén fueron los tres cinqueños del envío. El más basto de los seis -un cuarto berrendo cinchado de mucha culata y corto cuello- se emparejó con un primero cinqueño que era pieza de tesoro. El de más feas hechuras fue un ancho y lomudo segundo y entró en cupo con un cinqueño quinto de larga eslora, fina capa colorada, cortas manos y tipo de embestir. El lote menos dispar lo formaron un tercero castaño lombardo. Un toro de hermosa lámina. Parecía haberse repartido la corrida por pintas y edades, porque los cinqueños y los colorados se abrieron. El más serio de cara -el último- fue compañero de uno de los dos que mejor se dejaban ver por delante, que fue el tercero. Así que fue corrida enlotada con equidad.
Son famosas por su elasticidad las hechuras de embestir del encaste Núñez, pero este cuarto toro, que lucía una de las pintas exóticas pero propias también de su raíz, ni elástico ni hechuras ni nada. Cobró mucho y mal en tres varas, echó la cara arriba con estilo virulento en banderillas y no hubo manera. El primero, en cambio, luego de una salida asustadiza y una desigual pelea en varas, galopó en banderillas y dio la impresión de ser, en la distancia, toro de buen empleo. Pero el viento descubría a Abellán y Abellán no se decidió a dar la distancia precisa al toro, que, en corto, se rebrincaba y hasta protestaba.
Juan Bautista y Leandro se quitaron de en medio los dos cuatreños de lote. El de Juan Bautista fue molesto. Lo propio habría sido aliñar, pero, tras una espléndida tanda de horma y castigo, el torero de Arles se embarcó en un opaco trasteo convencional. Leandro apuró a tenaza las embestidas suaves pero sin impulso del tercero.
La carne jugosa de la corrida se sirvió de postre: los dos últimos toros, que fueron los mejores pero distintos. De más a menos un quinto codicioso y pronto, de mucha fijeza en los engaños; de menos a más un sexto que se vino de partida cruzado y hasta gateando pero acabó tomando la muleta con bravo son.
Juan Bautista toreó bien, con resolución, seriedad, sentido de la medida y los terrenos. Dibujó dos medias verónicas espléndidas: una soberbia en el platillo para rematar el saludo y otra, luego, más de recurso. Ligó seguro con la mano diestra, montó la espada cuando el toro dio en pararse y cobró una estocada trasera de limpia entrada.
Leandro, sereno, le hizo al sexto una faena de fina melodía, linda calma lo mismo en la distancia larga que en la corta, que era como el toro quería. El regusto templado de tres tandas bien pintadas provocó a la gente. Una estocada tendida.