La amenaza radiactiva en Japón calienta el debate de la energía atómica en el mundo
España tiene ocho centrales nucleares que generan el 21% de la energía eléctrica. ¿Estamos a salvo en caso de terremoto? Técnicos y ecologistas discrepan
Actualizado: GuardarJapón sabía bien los riesgos que corría. El archipiélago está en la zona sísmica más caliente del planeta y los ciudadanos asumen los temblores cotidianos con la resignación de quien carga con una tara física. Pero, aún así, decidieron apostar por la energía nuclear. Sin carbón ni petróleo y con una economía hiperdesarrollada, los japoneses trataron de rebajar al máximo su dependencia energética. Sus 55 reactores produjeron en 2010 casi el 30% de la electricidad del país. Solo Estados Unidos y Francia tienen en funcionamiento más instalaciones nucleares. Los japoneses edificaron sus centrales con la última tecnología antisísmica, para que se mantuvieran en pie aunque la tierra temblara con violencia inconcebible. Lo consiguieron. Pero, al menos en Fukushima, se olvidaron del océano. "En plena costa oeste del país, no está emplazada en el lugar más conviente por el riesgo de tsunami", reconoce Luis Suárez, presidente del Colegio Oficial de Geólogos de España.
Si la catástrofe se hubiera quedado en un terremoto de 8,9 en la escala de Richter, la alarma nuclear no se hubiera desatado. Pero el maremoto posterior ha inutilizado el sistema de refrigeración de los reactores en la central de Fukushima y tiene al mundo entero en vilo: un escape radiactivo podría convertir la tragedia geológica en una pesadilla imposible de digerir. Aunque los expertos insisten en que cada día es una batalla ganada y confían en que los muros de seguridad basten para contener una posible fuga, la gente sigue el goteo de noticias con el alma en suspenso. Los vapores de Fukushima han llegado ya a la vieja Europa, que últimamente había decidido renovar su apuesta por la energía nuclear. En plena conmoción por los sucesos de Japón, la canciller alemana, Angela Merkel, ha decidido suspender, al menos por tres meses, el polémico decreto que prolongaba la vida de sus centrales. Sus vecinos austriacos, con una larga tradición antinuclear, han pedido a la Unión Europea que realice pruebas de resistencia a todas las instalaciones. Y la ministra suiza de Energía, Doris Leuthard, ha suspendido todas las licencias concedidas para la construcción de nuevos reactores. En España, mientras tanto, el tsunami japonés ha recuperado de golpe un debate que había quedado adormecido tras la decisión del Gobierno de prorrogar hasta el año 2013 la vida útil de Garoña.
Zapatero ha proclamado con énfasis teatral su vocación antinuclear, pero hace unos meses decidió, casi de tapadillo, eliminar toda traba legal para que las centrales operen más de 40 años. La medida, camuflada en el articulado de la variopinta Ley de Economía Sostenible, mereció la crítica airada de los ecologistas, pero apenas tuvo repercusión social. Sin embargo, ahora, con los sucesos de Japón, vuelve a quedar en el aire la gran pregunta, jamás respondida con claridad: ¿Qué hacemos con la energía nuclear?
Para María Teresa Domínguez, presidenta del Foro Nuclear, lobby que agrupa a las empresas nucleares españolas, no tiene sentido traer a colación el terremoto de Japón para pedir el desmantelamiento de Garoña, Ascó o Almaraz: "Los hechos ocurridos en la central japonesa de Fukushima no se han debido a un fallo tecnológico ni humano; ha sido una catástrofe natural excepcional la que ha provocado la situación de emergencia". Una opinión que es recibida con indignación entre los ecologistas: "Por supuesto que debe tener un impacto en la discusión pública", remacha José Luis García, portavoz de Greenpeace: "Esto lo llevamos diciendo muchos años y ya es triste que tengan que suceder estos desastres para que los políticos reaccionen. No podemos depender de los combustibles fósiles, que se agotan y contaminan, y tampoco de una energía tan peligrosa como la nuclear. La única salida son las renovables".
"Igual que Garoña"
Entre tantos dimes y diretes, la vicepresidenta Elena Salgado reclamó en Bruselas un poco de calma: "No debiéramos tomar decisiones basándonos únicamente en una circunstancia concreta». Y el PP refrenó ayer la contundencia pronuclear que había exhibido José María Aznar hace unos días para enfatizar, por boca de Dolores de Cospedal, que lo esencial es "la seguridad».
Mientras los políticos deciden con qué carta quedarse, los técnicos animan a separar acontecimientos: "Lo que ha pasado en Fukushima no debería condicionar el debate nuclear en España», resume Fernando Legarda, profesor del Departamento de Ingeniería Nuclear en la Universidad del País Vasco. "En Japón ha habido una devastación absoluta debida a un terremoto de enorme magnitud y a un posterior tsunami. No veo motivo para que se replantee el recurso a la energía nuclear en España".
Santa María de Garoña, en Burgos, es una central idéntica a la de Fukushima. "Exactamente igual -confirma Legarda-...., la única diferencia es un terremoto de grado 9. Garoña lleva años funcionando sin problemas". Pero, ¿podría España sufrir un temblor de estas características? Los seísmos parecen ser fenómenos naturales caprichosos, de muy difícil predicción: de pronto, en apenas unos segundos, la tierra se hunde, libera una enorme cantidad de energía y causa una catástrofe. "La idea de que España está libre de terremotos es absurda -remarca el ecologista José Luis García-. Yo soy de Almería y mi ciudad ha sido devastada dos veces por un seísmo". Los geólogos pueden arrojar algo de luz sobre este asunto. Luis Suárez confirma que España padece un riesgo sísmico moderado, aunque localizado en un puñado de provincias, como Sevilla, Málaga, Granada, Almería y Murcia. "Podemos decir que en España es prácticamente descartable un terremoto de grado superior a ocho y fuera de estos lugares", señala. Pero hay episodios históricos que hacen pensar. En 1755, un fortísimo temblor al sur del cabo de San Vicente, en Portugal, devastó la ciudad de Lisboa y originó un tsunami que se cobró casi mil vidas en las costas de Ayamonte (Huelva). En principio, ninguna de las centrales nucleares españolas está en una zona de actividad sísmica relevante. Y tampoco Vandellós, la única que se erige en una playa, parece en peligro de quedar arrumbada por una ola gigante: "En el Mediterráneo, que es un mar cerrado, es muy difícil que se den tsunamis como el de Japón. Tras el terremoto de Argel, hubo un maremoto, pero nada comparable", señala Suárez.
Pese a las puntualizaciones de los expertos, el miedo es libre. Y las imágenes humeantes de la central nuclear de Fukushima ponen un nudo en la garganta. "Pero es importante que no se extrapole los datos de los terremotos y de los tsunamis de un país a otro", pide la presidenta del Foro Nuclear, María Teresa Domínguez: "Los reactores nucleares españoles están diseñados para soportar el máximo terremoto previsto". De repente, la ola gigante de Japón ha vuelto a traer el debate nuclear a nuestra mesa. Quizá debamos, de una vez por todas, afrontarlo.