
El adiós de la heroína
La joven que aceptó ser jefa de policía en la comarca mexicana más castigada por la violencia pide asilo en EE UU
Actualizado: GuardarEl de héroe es un difícil trabajo. Marisol Valles García formalizó su candidatura a la plaza cuando asumió hace cuatro meses la jefatura de policía de Práxedis Gilberto Guerrero, una población próxima a la frontera estadounidense que primero se llamó San Ignacio y luego tomó el nombre de un general revolucionario que fue asesinado muy cerca hace más de un siglo. Como se ve, lo de matarse junto a la linde de los dos colosos americanos no es un fenómeno de ahora aunque nadie recuerda una ferocidad como la de los últimos tiempos. La guerra entre los carteles de Juárez y Sinaloa por el control de una de las principales rutas de entrada de la droga a Estados Unidos ha derivado en un conflicto atroz que hace correr ríos de sangre en todo el país. El año pasado se contabilizaron 15.000 asesinatos y todo hace indicar que este año la cifra será mayor.
Práxedis está cerca de Ciudad Juárez, que viene a ser el epicentro de esa ola de violencia. Hasta hace unos pocos años era una tranquila población que se beneficiaba de la prosperidad que le reportaba su vecindad con el hermano rico del norte. La irrupción de los sicarios ha convertido el pueblo en una sucursal del infierno de la que todo el mundo quiere huir. Los 8.514 vecinos que tenía hace cinco años se han reducido a 2.128 y la mayor parte de las viviendas se han quedado vacías. En Práxedis los que mandan son los de las pistolas. Lo dejaron bien claro hace un par de años cuando secuestraron, asesinaron y luego decapitaron a su jefe de policía en uno de esos rituales macabros que se han convertido en la marca de la casa de los carteles mexicanos.
La aparición en octubre del año pasado de una joven de apariencia aniñada dispuesta a asumir la jefatura de policía de la población dejó boquiabierto a medio mundo. Marisol Valles García, que acababa de cumplir 20 años y tenía un hijo de unos pocos meses, se convirtió en la más genuina encarnación de la heroína contemporánea. Tocada con unas gafas de pasta que realzaban su aparente fragilidad, esta estudiante de Criminología se ganó la admiración y el reconocimiento internacional al desafiar con su gesto a los sanguinarios carteles que dominan con mano de hierro el territorio. La rueda de prensa que ofreció para anunciar su decisión congregó a más periodistas que las comparecencias del presidente y la revista ‘Newsweek’ la incluyó en la lista de las 150 mujeres más influyentes del mundo.
Unos días de permiso
Aunque se esforzó desde el principio en dejar claro que lo suyo era el trabajo preventivo y que para acabar con los crímenes ya estaba el Ejército, la nueva jefa de policía de Práxides se vio arrastrada por el remolino de la violencia y no tardó en recibir las primeras advertencias de los que habían liquidado a su predecesor. Marisol no dijo nada y procuró pasar desapercibida, pero hay tareas que se antojan demasiado titánicas incluso para los héroes. El mes pasado pidió unos días de permiso con la excusa de que su hijo tenía problemas de salud y desde entonces no ha vuelto a aparecer por la comisaría. Nadie quería al principio asumir lo evidente –que se había ido porque no podía más– y tuvo que ser la propia Marisol la que aclaró el entuerto mediante una llamada telefónica. Había cruzado discretamente la frontera junto a su esposo, su hijo y sus padres –explicó– y se disponía a pedir asilo político en los Estados Unidos. También imploró que nadie intentase dar con ella porque su propósito era pasar desapercibida. «Tenemos mucho miedo y no queremos que nos reconozcan», se despidió.
El brusco apagón de la única llama que había arrojado algo de luz en las tinieblas de la tragedia mexicana ha conmocionado al país. «Todo fue una estratagema para hacerse famosa y conseguir así que le diesen el asilo», han criticado algunos. De vez en cuando, la podredumbre también echa raíces entre la miseria.