Eva Yerbabuena: el baile de la memoria
Actualizado:Punto y final para la XV edición del Festival de Jerez. Una muestra de baile como argumento en el que cabe el cante y este año, apenas el toque. El cierre del telón de Villamarta finalizó justo antes de escuchar la muerte de una de tantas y tantas personas que cayeron en la Guerra Civil.
La granadina Eva la Yerbabuena ha recreado su pasado familiar en un afán reivindicador de los derechos de las familias de las víctimas de la Guerra Civil a enterrar a los suyos, cuando y como quieran. Alejada de componentes políticos en la trama de este estreno en Jerez, ha querido simbolizar, con cierto aire nostálgico y profundamente dramático, el trasfondo histórico familiar
Con este nuevo montaje hemos descubierto a una nueva Eva. Aunque sigue con la carga emocional llevada al extremo, con el drama como imagen de bandera, le hemos adivinidado una mirada diferente y particular a la hora de componer el espectáculo.
Ya en el prólogo sigue siendo la de siempre, telúrica en sus formas, llena de carga eléctrica. La historia ha sido una dura crítica a la Guerra Civil, a una guerra innecesaria para Eva, que trata, desde su interior, de dar respuestas a tantos porqués. Desde la obertura y el prólogo se adivinan las intenciones, los esquemas nuevos en su cuerpo, en sus brazos. En el taller de un alfarero, la bailaora da rienda suelta al misterio, estableciendo paralelismos entre su mente y su memoria, mostrándonos la debilidad de las cosas, de la vida, de la muerte. Pepe de Pura entona malagueñas a la par que Yerbabuena se empapa de barro. Los pasajes que contribuían a entender la trama pasaban por una recreación de una verbena de pueblo, en la que Fernando Jiménez, a caballo entre un Charlot payaso y el cantaor ‘El Peluso’, hacía las veces de cómico galán mientras escuchábamos el recuerdo a Bambino y su ‘Payaso’, seguido de rumbas en la figura de Mercedes de Córdoba.
Un juego de espejos acusaba más verdades del pasado, versión Eva. Y Moi de Morón se jactó por bulerías apoyado por el rasgueo mudo de las guitarras de Paco Jarana y Manuel de la Luz antes del remate final de la bulería en un paso a dos entre Eva y Eduardo Guerrero. La soledad de mis pesares en la melódica voz de Jeromo Segura pecó de intrascendente a pesar de la intencion, al igual que un pasaje carnavalesco nada lógico. Sin duda dos momentos más que válidos a partir de aquí; una coreografía portentosa para los dos bailaores simulando una pelea de gallos, a pecho descubierto ellos y con cascabeles en un ‘reñiero’ y la seguiriya final de la granadina. Alejada de la amalgama de la soleá, se introdujo en la serrana dando forma a su piel, con un dramatismo y magnetismo que atrapa, dibujando líneas en el espacio no conocidas. Una nueva Eva ha surgido, abandondando la soleá, para investigar nuevos entornos.