PREPARADA LA VIEJA GUARDIA
Un grupo de veteranos se ha ofrecido al líder del PSOE para intervenir y salvar al partido de la hecatombe después de las elecciones de mayoEl declive de Zapatero sume al partido en un estado de nerviosismo permanente a la espera de que el jefe del Ejecutivo diga si se va
Actualizado:El PSOE es una olla a punto de estallar. Nadie que ocupe un puesto relevante puede dar ya un paso en falso y esperar que nada ocurra. El debate de la sucesión contamina todos y cada uno de los acontecimientos diarios del partido, como se puso de manifiesto esta semana con la sorpresiva suspensión del gran acto de arranque de campaña electoral previsto para el 3 de abril en la plaza de Vistalegre, hasta ahora símbolo del poderío de José Luis Rodríguez Zapatero. No son pocos los que creen que el partido va camino de entrar en una fase de descomposición irrefrenable. Y la vieja guardia quiere actuar.
Algunos de aquellos que fueron un día prebostes socialistas ya han ofrecido sus servicios al presidente del Gobierno con el compromiso de que su intervención no requerirá un pago a cambio y de que no buscan más compensación que la de salvar de la hecatombe a la histórica formación; ni cargos ni nombramientos. «Si las elecciones del 22 de mayo resultan un fracaso estrepitoso, como parece que ocurrirá, tendremos un partido sublevado y esa situación solo se salva con un grupo de diez hombres justos», argumenta un destacado miembro de este sector de veteranos del PSOE.
Su análisis, y el de otros antiguos pesos pesados que, como él, ya han manifestado su deseo de remangarse para «recomponer» el PSOE, es francamente crítico con la actitud de los actuales cuadros dirigentes del partido en esta gran crisis interna. Hablan de un «sálvese quien pueda» protagonizado por los 'barones' territoriales, que temen contagiarse de la impopularidad de Zapatero, pero van más allá. «¿Cuántos de los hoy ministros querrían ganar aunque tuvieran que dejar sus carteras? Con que haya dos me conformo», se plantean inquietos estos miembros de la vieja guardia.
Esa inquietud ha llegado a oídos del jefe del Ejecutivo, que, por ahora, parece escuchar sin más el ofrecimiento de sus mayores. La idea que defienden es que, llegado el momento, solo aquellos que ya no están en la cumbre pero poseen un cierto prestigio y una trayectoria avalada de manera reiterada por las urnas tendrían legitimidad suficiente como para poner en marcha un proyecto que anteponga los ideales a las «pequeñas parcelas de poder». Gente como el extremeño Juan Carlos Rodríguez Ibarra, el castellano-manchego, José Bono, o el andaluz, Manuel Chaves, entre otros.
El hoy presidente del Congreso ha sido protagonista de múltiples rumores en las últimas semanas y aún es sospechoso de ambicionar el trono del PSOE, un honor que le arrebató Zapatero, contra todo pronóstico, en el 2000. Él ya ha asegurado en público que no tiene ninguna intención de regresar a la carrera y en su entorno más próximo aseguran que habla en serio cuando afirma que su tiempo político pasó. Pero sus dos encuentros con el jefe del Ejecutivo en el Congreso, y su sonrisa pícara y misteriosa al terminar las reuniones, la última este miércoles, no ayudan a calmar las aguas. «Hemos hablado de lo que ustedes se imaginan», juega siempre cuando se le pregunta por el tema.
Modelo territorial
Lo que no está claro es cómo encajan los planes de este sector con la 'hoja de ruta' de la sucesión. En principio, existe sintonía con la idea de que Alfredo Pérez Rubalcaba es 'el hombre' y que solo él puede ser el candidato socialista en 2012 si Zapatero decide no repetir. Pero otra cosa es que el ideario de fondo de unos y otros llegue a confluir porque la prioridad para alguno de estos veteranos es poner orden en un modelo territorial que, a su juicio, es el principal responsable de la ruina del PSOE, más que la gravísima crisis económica, a la que se atribuye un carácter más coyuntural.
La apuesta es arriesgada e implicaría labrar un amplio consenso con el PP y los dos principales partidos nacionalistas, CiU y PNV, para repensar el 'café para todos', admitir que País Vasco y Cataluña deben tener un estatus especial y racionalizar el Estado de las Autonomías.
No es, precisamente, una teoría que esté en consonancia con el legado que dejarán los años de Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, a quien, en todo caso, aseguran querer preservar. De hecho, la vieja guardia también juega esa carta con el presidente del Gobierno. «A mí me gustaría que pasara bien a la historia», dice uno de estos experimentados dirigentes socialistas.
A estas alturas, el mapa de relaciones internas en el PSOE tiene poco que ver con lo que habría cabido pensar hace una década, cuando Zapatero asumió el mando del partido y los afectos no son los que eran. Si una cosa ha demostrado el jefe del Ejecutivo ha sido su habilidad para neutralizar a quienes fueron sus enemigos en el XXXV Congreso de 2000 y su frialdad para apartar a muchos de los que se consideraban sus amigos. Por eso es difícil encontrar a alguien en el partido que se atreva a vaticinar qué orden seguirán los acontecimientos y quién pintará algo. Y por eso mismo los socialistas se hayan sumidos en un permanente estado de nervios.
Poco a poco se ha asentado la idea de que las cosas están ya cocinadas y de que el lugarteniente de Zapatero y vicesecretario general del partido, José Blanco, se ha trabajado las federaciones para que, cuando toque, haya un cierre de filas en torno a la candidatura del vicepresidente primero del Gobierno.
Voluntad mayoritaria
Varios 'barones' lo certifican. «Hay una voluntad mayoritaria de que sea Alfredo y luego habrá quien levantará la voz porque querrá tener algo que decir; pero hay menos lío de lo que parece porque a la hora de la verdad nadie será capaz de presentar una alternativa», explica uno de ellos.
Ese modo de desestimar opciones como la de la ministra de Defensa, Carme Chacón, no quita para que la lucha interna se produzca. No falta entre los detractores de Rubalcaba -pertenecientes a la maltrecha Nueva Vía que aupó a Zapatero y agraviados por Blanco-, quien augura que correrán «hilillos de sangre» si se pretende imponer a alguien desde arriba en una «solución orquestada».
Es cierto que, de momento, no existe una opción B, pero eso no impide que haya empezado a cundir el nerviosismo incluso entre quienes creían tenerlo todo bien atado con la fórmula Rubalcaba.
En ese núcleo se daba por hecho hace apenas un mes, según fuentes socialistas, que Zapatero anunciaría su decisión este marzo. Y hasta hace una semana insistían en recomendar al jefe del Ejecutivo que no espere a después de las elecciones del 22 de mayo para dar el paso. «Es necesario aclarar el panorama», mantienen. Desde la vieja guardia que vivió en primera fila los difíciles estertores del 'felipismo' se le aconseja en cambio que resista hasta que pase la contienda electoral para poder llevar a cabo su programa de reformas con toda legitimidad.