Miedo al mapa pintado de azul
Los socialistas admiten que la posibilidad de perder en todas las comunidades en las que hoy gobiernan es real
MADRID.Actualizado:José Luis Rodríguez Zapatero se empeña en mantener el tipo e incluso defiende ante los suyos que las elecciones que se avecinan son tan difíciles como cualquiera de las 31 en las que se ha tenido que batir el cobre el PSOE en todo el período democrático. Pero las encuestas electorales, propias y ajenas, son contundentes. En la dirección socialista admiten que la situación es calamitosa y no descartan que, tras el 22 de mayo, el mapa de España esté todo pintado de azul, a excepción de Andalucía, Cataluña y el País Vasco, que aún no renuevan Parlamento. «Se puede dar la situación de que una treintena de las casi 40 diputaciones provinciales caigan en manos del PP y nosotros apenas resistimos con tres grandes ciudades», vaticina uno de los miembros más catastrofistas del partido.
No hace tanto que Zapatero exhibía con orgullo que su partido había sido capaz de gobernar en toda España. Aunque no todos los sectores del PSOE aplaudieran los medios a través de los cuales se logró tal hazaña -pactos con los independentistas de Esquerra en Cataluña, con la Unió Mallorquina de María Antonia Munar en Baleares o con el BNG en Galicia- eran una tarjeta de presentación con la que pretendía avalar la idea de que el PSOE era «el partido que más se parece a España». Cayó el Gobierno de Emilio Pérez Touriño en 2009, cayó el 'president' José Montilla en 2010, y no es descartable que ahora los socialistas pierdan Castilla-La Mancha, Aragón, Baleares, Asturias e incluso Extremadura, hasta ahora el único bastión seguro.
Los optimistas tratan de sacar una lectura positiva de este negro panorama. Dicen que el hecho de que el PP pueda alzarse con el poder de una manera clara en la mayor parte de las comunidades y capitales de provincias puede servir de «revulsivo» a su electorado para evitar la victoria de Rajoy en las generales. Pero es un consuelo magro que no tiene en cuenta el estado en el que quedarían las federaciones socialistas si sus dirigentes sufren un batacazo como el que anticipan algunos sondeos y, además, obvia que sin aparatos territoriales sólidos es difícil articular una campaña ganadora.
Vistalegre
El propio presidente del Gobierno es consciente de lo alarmante del escenario y por eso, según algunas fuentes, él mismo planteó la conveniencia de suspender el acto de Vistalegre para evitar que las autonómicas y locales se interpreten en clave nacional, hace ya unas semanas. Es, dicen, su forma de poner toda la carne en el asador, sin importarle si eso le perjudica personalmente o no.
Aunque se haya escrito mucho sobre el asunto no hay ningún dato objetivo que permita afirmar que las elecciones locales, que coinciden con 13 autonómicas pero que a diferencia de estas se celebran en todo el territorio nacional, anticipen los resultados de las generales. Es cierto que, en la mayor parte de los casos, ha coincidido en la historia reciente que quien ganó las municipales lo hizo después en las legislativas, pero también lo es que hay lecturas más complejas. La consolidación del PP como alternativa en 1993 no vino precedida de un buen resultado en 1991. Y el triunfo popular en las locales de 1995, con más de cuatro puntos de diferencia, se quedó en poco más de un punto de margen en las generales que dieron la victoria a José María Aznar.
Es una evidencia que las citas electorales son un buen termómetro para saber cómo respira el electorado. Y los socialistas tienen motivos para estar preocupados. Caso por caso, las cosas pinta mal. Castilla-La Mancha, fiel durante años a José Bono, ha ido desenganchándose progresivamente de su sucesor, José María Barreda. Tales son las posibilidades del PP que Mariano Rajoy casi se la juega en esta región al todo o nada por su secretaria general, María Dolores de Cospedal. La clave está en el escaño impar de Ciudad Real y en cómo se resuelva el empate en Guadalajara. La marcha de Marcelino Iglesias en Aragón, contra los deseos de José Blanco, y la designación de Eva Almunia como su sucesora han dado lugar a un panorama incierto; el multipartito balear es una lotería; la aparición de una candidatura encabezada por el expopular Francisco Álvarez-Cascos, lejos de tranquilizar al comité electoral del PSOE le llena de zozobra, porque si IU y PSOE no suman, saben que PP y el nuevo partido lo harán. Y hasta se duda de que Guillermo Fernández Vara sea capaz de resistir como se creía el envite en Extremadura.