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FÚTBOL | PRIMERA DIVISIÓN

El Barça se permite tropezar en Sevilla

Pérez Lasa no dejó contento a nadie, al anular un gol legal al líder y no pitar un penalti para cada equipo en un partido vibrante | El Madrid se coloca a cinco puntos

LUIS F.GAGO
SEVILLA Actualizado:

Llegaba el Barça al Sánchez Pizjuán con cuatro puntos más que el Real Madrid. Era el estadio donde peor lo había pasado la pasada temporada Pep Guardiola, en palabras del propio técnico azulgrana. Y le volvió a ocurrir. Por momentos su equipo estuvo de nuevo con siete puntos de ventaja sobre los blancos, pero la diferencia pudo llegar a reducirse a cuatro, y al final se quedó en cinco, gracias al empate con que se saldó un partido vibrante hasta el pitido final. En los últimos minutos hubo un remate al larguero de Iniesta y un balón bajo palos sacado por Medel a otro disparo del centrocampista manchego, cuando el Barcelona estaba totalmente volcado sobre el área del Sevilla.

Comenzó con las ideas claras el Sevilla, plasmando desde primera hora el planteamiento de Manzano. El técnico jienense decidió aplicar el viejo juego de la guardería de cada oveja con su pareja. Puso a Navas con Alves, Zokora con Xavi y Medel con Iniesta. Cada sevillista tenía una función, como Negredo, que tenía que hacer olvidar a Luis Fabiano, recientemente vendido al Sao Paulo. También los ‘culés’ tenían sus órdenes. Pero estas nunca cambian: controlar la pelota, tocar, tocar y tocar, hasta esperar que se abra el hueco para marcar. Así ocurrió. Aunque fue más por desmérito arbitral, que por elegancia blaugrana.

Solo ocho minutos tardó Pérez Lasa en empezar a ser protagonista. Primero pitó en la frontal del área una rigurosa mano de Fazio. La falta la convirtió en gol Messi, pero el colegiado lo anuló por una inexistente falta previa de Busquets. Quizá por la mala conciencia del qué dirán, el árbitro vasco buscó compensar en la siguiente jugada. No vio (o no quiso ver) un penalti de Alves a Zokora, que estaba en disposición de rematar a portería tras un balón parado. El nerviosismo en la grada se trasladó al césped, donde los sevillistas, bien armados atrás, empezaron a notar la eficacia con la que juega el Barcelona.

Porque este Barça es como una ola, que diría Rocío Jurado, contra una roca. Por muy dura que sea la muralla del rival, siempre acaban derrumbándola. Esta vez tardó casi media hora en lograrlo. Alves -que se merece cobrar como las estrellas de su club, todo hay que decirlo- fue esta vez el desequilibrante. Rompió como únicamente él sabe el fuero de juego para después regalarle el gol a un necesitado Bojan, que había salido por el lesionado Pedro. A partir del tanto, la posesión del balón fue aún mayor para los catalanes, que parecían conocer ya cómo se desarrollaría la historia. Empezaron a tener paciencia, casi aburriendo al personal, incluida una afición del Pizjuán que estuvo más silenciosa que nunca. Messi casi despierta del letargo con un balón al larguero, pero acto seguido encendió alarmas con una lesión en la última jugada de la primera parte.

En los vestuarios Manzano se dio cuenta de que sin calidad era imposible lograr algo positivo. Así que sacó a uno de los pocos de ese Sevilla ‘top class’ que queda, Kanouté. Fue él quien inició nada más reanudarse el encuentro el tanto del empate. Un tacón de Rakitic lo trasformó en un gran pase el maliense, para que Negredo hiciera de ‘cartero real’ para regalarle un tanto a Navas, que hasta ese momento estaba desaparecido. Fue el primer tiro de los sevillanos contra Valdés en 48 minutos.

Pérez Lasa, mal

Tras poner las tablas, Pérez Lasa sacó a relucir su faceta de mal árbitro, al tomar decisiones erróneas. Como no pitar una falta de Capel a Busquets en la frontal, que casi la aprovecha Negredo, pero el vallecano no es el goleador nato que su equipo precisa. Parecía que el Barça se diluía ante el empuje de un desconocido Sevilla. Messi, Iniesta y Villa no se encontraban. Guardiola se volvía nervioso en el banquillo. Alves se preocupaba más en protestar que en jugar. Hasta Xavi era otra persona, ya que se encaró con Medel de manera colegial.

Entre tanta incertidumbre, bien es cierto que los azulgrana seguían teniendo más posesión. Jugaban en corto de una manera tan espectacular que a veces parecía que el balón desaparecía. Si el mago Houdini viviera pediría consejo a los creadores ‘culés’. Pero no era suficiente. Los de Manzano luchaban como gato panza arriba y tenían esperanzas en aprovechar algún contragolpe, ya que su rival se volcaba sobre la portería de Javi Varas como si se jugara la Liga en la última jornada.

Por si faltaba polémica, el colegiado no vio un penalti de Navas a Bojan. Compensó el de la primera mitad, algo que alegraría a Mourinho, mientras enfurecía a Guardiola. Peor se hubieran puesto las cosas si Navas, tras una contra bien llevada por Perotti, hubiera acertado a dar la puntilla a los visitantes. Pero esta vez Valdés fue el Casillas de los suyos. Esa ocasión animó a los locales, quienes gozaron de otra gran oportunidad en las botas de Kanouté, pero erró de manera colosal. Estaban los rojiblancos en su salsa, jugando como nadie le había jugado al mejor equipo del mundo.

La segunda parte era claramente de los sevillistas. A los azulgranas les pesaban las piernas del día del Arsenal. Hasta dos ocasiones claras tuvo el Sevilla casi seguidas, pero ni de nuevo Kanouté ni Perotti acertaron. Estaban perdonando. Pero lo mejor que tienen los barcelonistas es que son brujos hasta para el engaño. Cuando más perdidos parecían, casi llega la anestesia. Un balón de Bojan se paseó por la línea de gol, sin que nadie llegara al remate. Después, Iniesta quiso hacer una de las suyas, pero se topó con el palo. El partido estaba vivo, pero la Liga aún más. En Madrid pedían la hora, en el graderío casi también, pero el líder no.

Medel, el mejor del partido sin lugar a dudas, hizo una última heroicidad sacando bajo los palos un gol cantado de Iniesta, tras un jugadón de Messi. Ahí acabó el partido para alegría de los sevillistas, mezclada con la tristeza barcelonista.