Sociedad

La guarida Segura El cineasta oculta a un padrazo romántico que no bebe y solo lee cómics

Nuestro director más taquillero es un tipo tímido, obsesionado con la perfección y desconfiado con las mujeres. Atesora una de las mejores colecciones españolas de cómics

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De día, cómico irreverente, ingenioso y descarado. Ese tipo rápido que cae bien tiene miles de amiguetes y vende aún mejor sus productos, los más taquilleros de la escena española. De noche, un padre extremadamente cariñoso y romántico, trabajador perfeccionista y compulsivo, que saborea con cierto regusto amargo el éxito de sus comedias al sentirse obligado a mostrar su lado más ridículo. Un hombre, dos caras, como los superhéroes que colecciona en portadas originales y devora en cuanto 'Torrente' -ayer estrenó su cuarta entrega- se lo permite.

El personaje menos conocido de la productora de Santiago Segura (Madrid, 1965), la factoría Amiguetes Entertainment, es él. Un hombre «detallista en su trabajo hasta la obsesión», «un actor mecánicamente perfecto», que lo mismo dispara dardos mortales si le traicionas, que te envuelve en bombones y flores si abres su alma y le enamoras. «Con nosotras está muy a la defensiva, las relaciones profundas las tiene con hombres», coinciden algunas de las contadas mujeres que le han conmovido, como Peggy Carter al Capitán América o Mary Jane a Spiderman. Algo parecido piensan directores y actores que le admiran.

«Mi vida no tiene ningún misterio», acostumbra a soltar como un mantra el director español más taquillero de todos los tiempos cada vez que un entrevistador quiere profundizar y esquivar su juego verbal que tan bien domina. No le gusta que hurguen ahí dentro «porque comercialmente no le interesa. Es rocoso y se protege. Es muy tímido y reservado. Tiene que tener mucha confianza con uno para que se abra. Es una persona muy desconocida», ilumina David Trueba.

Coincidieron por primera vez en 1989, en un concurso de cortos. No se vieron las caras. Su hermano Fernando Trueba era jurado del certamen «y entre mucho trabajo pedante le sorprendió uno gamberro e inteligente, y se partió porque lo premiaran. Por lo menos consiguió el accésit». Santiago dobló todas las voces. No hubo montaje. Meses más tarde, un figurante gordo le asaltó a David en un rodaje: «'¿Tú eres el hermano de Fernando, el que se batió por mí?', me soltó. Se había enterado de cómo había sido la votación. Rodó más cortos y empezamos a trabajar juntos». Desde entonces es amiguete con mayúsculas de los Trueba, con los que le gusta cenar o ver cine. Planes sin estridencias, alcohol, ni otros aditivos. Mejor un Cola Cao que una copa. No le gusta perder el control, la visión de todo lo que produce y dice, como cualquier superhéroe que se precie.

Para entender a este actor «terriblemente disciplinado y técnicamente perfecto» -la descripción es del director Oscar Aibar, que le metió en el papel de Manuel Vázquez, padre de 'Las hermanas Gilda'-, al dibujante ingenioso, al cineasta español con más ceros en la cuenta, parece imprescindible rebuscar en esa vida «sin misterios» que se esmera en ocultar. Su padre quería que fuera banquero o algo parecido que diera dinero y estabilidad, como su hermano que preparaba oposiciones. Pero en vez de hincar los codos, Santiago se tragaba en un cinestudio madrileño ciclos enteros de Bogart.

Guionista porno

Uno de los últimos cursos del instituto lo pasó en Estados Unidos, algo poco frecuente en el Carabanchel de principios de los ochenta. Regresó con un inglés excelente y la firme decisión de que sus manos delicadas y expresivas se dedicaran a dibujar historias y sensaciones. Filmarlas era demasiado caro para el hijo de un obrero de una fábrica de tornillos. Se conformó con una cámara de superocho de 900 pesetas y se matriculó en la facultad de Bellas Artes de la Complutense, donde además de ser moderno había que ser guapo. El chispeante Santiago no se comió nada y «empezó a construir su personaje», recuerda un colega. Su consumo compulsivo de cine, series americanas y cómics debía servir para algo.

Cultivó a un hombre con greñas, abandonado al dulce, otra de sus pasiones. De negro integral, pero de marca: Calvin Klein. «No era feo, pero decidió que iba a serlo. El que más. Se le veía un poco acomplejado. No era fácil estar ahí. Sus amigos eran muy guapos y pijos». Él escribía relatos porno para las revistas 'Lib', 'Culos Calientes' y 'Súper Tetas' mientras doblaba películas de la misma temperatura. Su madre se extrañaba, pero le apoyaba y animaba en todo. Papá quería resultados. Ganó sus primeras 70.000 pesetas, repeinado y con corbata, en 'Vivan los novios' -los incrédulos que pinchen en Youtube-. Rascó otro pellizco en concursos del pelo de 'El huevo de colón o 'No te rías que es peor'. Luego se pasó a los 35 mm.

En 1992 grabó 'Evilio' y Álex de la Iglesia le dio un pequeño pero determinante papel en 'Acción Mutante'. El año siguiente se llevó su primer Goya, al mejor corto, con 'Perturbado'. El segundo, al mejor actor revelación, lo ganó con el heavy satánico de 'El día de la bestia'. Supuso su consagración, la lluvia de papeles y mujeres, la aparición de esa cabeza fría para los números que su padre siempre vio en él. La maquinaria de Amiguetes Entertainment -la productora que fundó al lado de su casa, en plena Gran Vía- estaba engrasada y en 1998 alumbró 'Torrente', la casposa criatura de los huevos de oro. Su retrato acerado de la cultura del pelotazo batió récords en taquilla, como sus dos siguientes secuelas, con una prodigiosa campaña mediática y las dosis exactas de creatividad y visión comercial. El triunfo del talento y la ambición de un friqui de Carabanchel al que no le gusta opinar.

Humor cruel y seco

Vende más soltar paridas. «No tengo ningún interés en que me conozcan de verdad», confesó Segura en un momento de debilidad. También se descuidó con el 'No a la Guerra'. «Es una cuestión de vida o muerte. Lo mismo les diría a los etarras, no creo que solucionen mucho matando a un filósofo, a uno que pasaba por allí o a una niña. En la guerra vale todo y eso me parece una mierda lamentable». Segura ni es fascista, machista, ni racista. Más bien, un tipo cínico asqueado de la cutrez de la España encarnada en su poli más rentable, que con los colegas se puede poner pesado enseñando fotos de su pequeña Calma. La madre de la cría es una maquilladora aún más discreta que el padre.

Ya sea cuando se pone su capa de superamiguete y firma autógrafos por la Gran Vía, charla con Tony Leblanc por el móvil durante más de un hora en mitad de una comida o farda de su colección de cómics originales -una de las más importantes de España-, Santiago Segura cultiva por encima de todos los valores el de la amistad. Directores, actores y otros amigos juran que «es muy fiel, capaz de proteger a un amigo en lo que haga falta, jamás te falla y espera de ti lo mismo». Por si acaso, no le ataquen. Sus 'superpoderes' son verbales. Aibar lo llama humor «cruel, seco». David Trueba, humor «hiriente, que puede ser como cuchillas de afeitar». Alguna ex novieta, humor «ingenioso y brillante que te puede hundir como enemigo».