Cumbre europea de diecisiete
La UE da muestras de su falta de ambición tanto en economía como en política exterior
Actualizado:La reunión de ayer en Bruselas congregó a los presidentes de países miembros del euro, un formato de 17 Estados poco habitual e impulsado por Francia. En este cónclave se logró un acuerdo político para reforzar el gobierno economico de la moneda única y se tomó la decisión de reconocer a los rebeldes libios como únicos interlocutores. Las medidas económicas aún tienen que ser desarrolladas y ratificadas por el Consejo Europeo de 27 Estados a finales de mes. Pero por fin están claros los elementos y el método de lo que será el 'Pacto por el Euro', hasta ahora llamado de competitividad. Este acuerdo no se hará a través de normas europeas sino impulsando medidas nacionales sobre pensiones, mercados laborales y empleo, con el objetivo de avanzar en el importante reto de competir mejor en el mercado global. De no ponerse en marcha, los Estados miembros tendrán que presentar a la Unión iniciativas con las que corregir su inacción. Este enfoque de no obligar con normas europeas a los Estados y pedirles que sean ellos los que se reformen así mismos en el pasado no ha dado buen resultado. La Unión Europea carece de la ambición suficiente para dar grandes pasos en su integración económica, a pesar de que la moneda única exige mayor centralización de poderes en Bruselas. La reunión también acordó aumentar el fondo de rescate y fijó los principios del futuro fondo permanente, asi como apoyar a Grecia y a Irlanda, a cambio de más reformas. La decisión más sorprendente, finalmente, fue secundar la iniciativa de Francia y Reino Unido y reconocer solo a los desconocidos rebeldes libios como interlocutores políticos. Sarkozy había tomado esta decisión él solo el jueves de modo impulsivo y sin mucha reflexión y los demás Estados le han seguido. Hubiese sido más inteligente apoyar a los rebeldes sin convertirlos todavía en los administradores de un Estado que no controlan y no romper posibles puentes para poder facilitar la salida de los sátrapas de Trípoli, sobre todo cuando no está clara una intervención militar occidental. Pero la Unión practica una política exterior que no merece ese nombre: ni se basa en un buen análisis previo ni tampoco en una visión común de los problemas que debe abordar.