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El océano enfrenta a Japón con su más temida pesadilla
La solidez de las construcciones redujo el impacto del seísmo, que deja cientos de muertos
SHANGHAI. Actualizado: GuardarSendai, noreste de Japón, 14.46 horas: un pitido, una voz robótica de alarma y 35 segundos para buscar cobijo bajo la mesa. Cinco segundos después la alerta salta en Tokio, a unos 300 kilómetros al sur, y las televisiones se apresuran a rotular sus emisiones. Un fuerte terremoto sacudirá pronto el país. Después, todo comienza a temblar con violencia inusitada. Incluso en un país acostumbrado a los seísmos, el pánico cunde.
No es para menos. A unos 25 kilómetros bajo la superficie del océano Pacífico, y a 130 kilómetros de suelo firme, la tierra ruge con una intensidad de 8,9 grados en la escala de Richter, nunca antes sufrida en Japón y que otorga al movimiento telúrico la sexta posición entre los más potentes desde 1900. No obstante, la mayoría de los edificios, construidos con la solidez necesaria para soportar el envite, se mantienen en pie. Pero lo peor está por llegar.
Cámaras situadas en helicópteros de la cadena nipona NHK muestran en directo la tragedia que se avecina. Un tsunami se acerca a la costa de la isla de Honshu a una velocidad cercana a los 400 kilómetros por hora. Olas de hasta diez metros de altura barren pueblos enteros y arrastran vehículos como si fueran de juguete. El agua destruye hasta 160.000 viviendas, inunda el aeropuerto de Sendai, en el que desliza varias aeronaves, y provoca el cierre de las líneas de ferrocarril. Infraestructuras críticas, como la de una refinería de la prefectura de Miyagi, explotan y las llamas amenazan con engullir otros edificios.
Las estimaciones informan de un centenar de muertos en diferentes puntos. Entre 200 y 300 personas más perecen en playas de las cercanías, mientras que un barco con cien pasajeros a bordo desaparece bajo las olas. El primer ministro nipón convoca a su Gabinete de crisis, envía cazas del Ejército para hacer un rápido balance de daños, y pide «calma» a la población, pero las fuertes réplicas de hasta 7,4 grados y los incendios declarados en algunos edificios hacen que muchos prefieran quedarse a la intemperie.
Afortunadamente, el sistema de alerta temprana de tsunamis del Pacífico funciona, y el resto de países de la región reciben, como si de un horario cualquiera se tratara, el momento en el que se espera el impacto de la ola gigante, que llega ya debilitada y no provoca graves daños en el resto de Asia. En América, las evacuaciones preventivas comienzan para evitar víctimas ante la llegada del tsunami en la madrugada de hoy. Mientras tanto, otro terremoto se abate sobre la ya debilitada economía japonesa. El índice Nikkei cae un 1,7% y arrastra a otras bolsas asiáticas mientras que la divisa nacional, el yen, pierde terreno frente al dólar. El Banco de Japón asegura que hará todo lo posible por mantener la estabilidad financiera.
El fantasma del Índico
Sin duda, ayer resucitaron los fantasmas del tsunami que devastó las costas del océano Índico en diciembre de 2004 en la que fue una de las jornadas más dramáticas del país del Sol Naciente, al que todavía le quedan por sufrir días de agonía. Porque, aunque la resistencia de las zonas más afectadas ha sido ejemplar, la extensión del drama solo quedará al descubierto al ritmo que trabajen los equipos de rescate. Afortunadamente, solo tres españoles se encontraban en la zona más afectada y no hay informaciones sobre víctimas extranjeras.
No obstante, el Ejecutivo nipón prevé que los desaparecidos se cuenten por millares y espera un número «extremadamente elevado» de víctimas mortales, heridos y damnificados. El invierno todavía mantiene la temperatura en un peligroso coqueteo con el cero, un hecho que dificultará la supervivencia de quienes han quedado atrapados bajo los escombros. Por eso es importante que la población siga la recomendación de Kan: «Apelo a la fraternidad de la población para que ayude a quienes lo necesiten y se minimicen así los daños».
Mientras tanto, muchos se preguntan si los seísmos recientes, que han afectado a China y Nueva Zelanda además de a Japón, que ya sufrió otro temblor en la misma zona hace solo tres días, tienen relación entre sí y suponen una intensificación en la actividad sísmica del Anillo de Fuego del Pacífico. Especialistas de los centros sismológicos de Japón y Estados Unidos, citados por diferentes agencias de noticias internacionales, niegan que sea el caso, y encuadran los maremotos en la normalidad de los movimientos telúricos que provoca el deslizamiento de la placa del Pacífico bajo la de América del Norte a una velocidad de unos siete centímetros al año.
Ese movimiento hará que las réplicas continúen durante los próximos días, y podrían alcanzar una fuerza superior a los 7 grados. Ahoche, de hecho, ya se produjo un nuevo terremoto de 6.6. Lejos de la intensidad del gran seísmo, pero más que suficiente para complicar las tareas de rescate. De momento, Japón no ha aceptado la ayuda de ningún país, aunque Estados Unidos tiene allí desplegada y en alerta la Séptima Flota.