opinión

Las misas de Ruiz-Mateos

Si antaño el imperio de la abeja tenía bancos, hoy carece de ellos, pero el modus operandi es el mismo: pirámide fraudulenta

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Anda José María Ruiz-Mateos mezclando misas con balances, rezos con suspensiones de pagos y mala gestión con rogativas. La carta de este empresario jerezano, militante del sinónimo barroco, al banquero cántabro Emilio Botín, rogándole con el mazo que no le deje caer y anunciando que en la misa familiar de la capilla matesina se ha rezado por él, demuestra una mezcla de distorsión cognitiva, delirios y especulación, de la que no puede surgir nada bueno para ningún convento.

Parte Ruiz-Mateos de una premisa narcisista: todo lo malo que me ocurre es culpa de los demás. La idea de que el demonio está en los otros es una de las aportaciones perversas del nacionalismo vasco, siamesa, por lo que se ve, del nacionalismo español. Casi treinta años después, 28 por ser exactos, Ruiz-Mateos demuestra que se puede tropezar dos veces en los mismos delirios y hacer alarde de una locura que nunca se pega un tiro en el propio pie. Si antaño el imperio de la abeja tenía bancos, hoy carece de ellos, pero el modus operandi es el mismo: la pirámide. La pirámide fraudulenta.

Así sea en la tierra Madoff como en el cielo Ruiz-Mateos, el esquema es idéntico: se compra sin dinero empresas que no van del todo bien, se reclama dinero rápido del español presuntamente listillo –con la añagaza de beneficios pingües en poco tiempo–, se inundan los medios de comunicación de publicidad que huele mal, incluso a los de letras puras, y cuando la espiral revienta las costuras, se echa la culpa a los demás.

Comparece Ruiz-Mateos ante los medios de comunicación acompañado de los cien mil hijos de José María, seleccionados todos los varones, para la presentación de sus cuentas inexplicables. No está ninguna de las siete hembras realmente existentes. Y si en el Rayo Vallecano la presidenta echa la culpa a los jugadores de no querer ascender a Primera, en las otras cien firmas –dulces, olorosas, finas o con leche–, Ruiz-Mateos hace declaraciones tremebundas, de pistolas y supuestos suicidios, de creencias y Apocalipsis, sin responder a lo fundamental: ¿dónde está el dinero de los suscriptores, por avariciosos que estos fueran? Esa es una de las preguntas sin responder. La otra, más grave aún: ¿qué pasa con los trabajadores de esas empresas, que han cumplido con su obligación y que sienten que están a un minuto de perder el empleo por culpa de los delirios de este sujeto reincidente? Estas son las cuestiones a las que debe responder y no obcecarse en tratar de distraernos con el incienso, las misas y la capilla.