opinión

El sucesor en urgencias

Zapatero, como Aznar en su declive, ya ha dejado de ser el líder fiable respetado por los suyos

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En el Partido Socialista fluye soterradamente el debate de la sucesión como un río de lava. El Comité Federal del sábado se liquidó en formato exprés evitando cualquier gesto a contracorriente. Era innecesario. Los barones han sido llamados a la omertá; los aspirantes y maniobreros de momento saben que pisan terreno inestable y tantean cada paso. Eso sí, con Rubalcaba en la UCI por un protocolo rutinario, algunos han visto la oportunidad de recortar crédito al político más valorado en el ranking feroz de las encuestas, temido y admirado por sus enemigos, aireándole todo el expediente médico para mostrarlo como un tipo debilitado sobre el que orbitan las palabras biopsia, cáncer, anisakis, arritmias, prostatitis... Un truco miserable. Y entretanto en el mercado sucesorio, donde a ratos cotizan el taimado Bono y el sibilino enredador de Palas de Rey, Carme Chacón rebaja su nacionalismo varias vueltas de tuerca para vender sus aspiraciones a lomos del discurso sonrojante de la cuota. Es poco probable que Zapatero avale unas primarias, tras comprobar que la militancia aprovecha estas una y otra vez para patear el culo de los líderes. Así que un congreso resolverá entre el candidato del felipismo y la candidata del zapaterismo. Hasta entonces toca la consigna del viejo Cabanillas: ¡cuerpo a tierra que vienen los nuestros!, que es cuando suele correr la sangre, no en los pleitos de fogueo con la oposición.

Zapatero, como Aznar en su declive, ya ha dejado de ser el líder fiable respetado por lo suyos. Eso sí, nadie se atreve a moverse a riesgo de no salir en la foto. A Rato, cuando entonces, su advertencia sobre Irak le hizo caer en desgracia como si fuese el duque de Lerma, valido del Rey. Todo mandatario español acaba reencontrándose con ese cromosoma en un país en el que «cualquiera sirve para rey» como decía Clarín; y Aznar incluso acabó casando a su hija en El Escorial. Ahora Zapatero ya ha cogido su propio cuaderno azul. Si Aznar mantuvo durante meses aquel enredo ridículo de su hipódromo sucesorio haciendo competir a los candidatos como caballos en una carrera; Zapatero abrió la veda de las quinielas en vísperas de Navidad con su indiscreción calculada de que dos personas que ya estaban en el secreto. Entretanto el presidente, como su antecesor, se aleja de la realidad con una agenda internacional como nunca antes. Desposeído de capacidad para brillar en España, recurre a esas fotografías sobreactuadas de los salones protocolarios de las cancillerías. El presidente no puede disfrutar de su ‘año del pato cojo’ a la americana, ahogado por la economía y un desempleo dramático Su último papel protagonista es ma