vuelta de hoja

Malos vientos

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Alguien dejó abiertas las puertas de la sociedad del bienestar y por las rendijas entra un frío que pela. Cuando la señora Merkel estornuda los demás cogemos una pulmonía, pero no me refiero al tiempo político, que está absolutamente desnortado, sino al clima. Aprendí en Sthendal, creo que fue en Sthendal, porque tengo más maestros muertos que vivos, que no se puede envejecer sin algo de gloria o algo de dinero. Descartadas ambas posibilidades, decidí pasar el último tramo de mi vida en mi tierra, cerca de mi mar. Era además una forma de que mi vida fuese capicúa, ya que nací, o me nacieron, que decía Unamuno, en Málaga. Un acierto de mis padres que nunca, como todas las cosas que hicieron por mí, nunca podré agradecerlo bastante, que jamás es lo suficiente. Pues bien, ahora me han traicionado hasta cierto punto los barómetros de la ciudad del paraíso. Se está mejor que en cualquier otro sitio, pero ha venido una racha de viento, de lluvia, incluso de nieve, por toda Andalucía. Lo peor es el viento, ya que siempre estuve algo aventado. El cielo color azul Picasso es gris y el mar tiene por las mañanas un color contrito de estaño. Así que la única solución es levantarse tarde.

El viento, decía, es lo más difícil de aguantar. Nos despeina y nos agrede. Pero además regresa donde da la vuelta el aire. El que ahora corre tiene muy mal ‘vagío’, porque es un viento de guerra. España está buscando el aval, o sea, la responsabilidad por la conducta de otro, para una intervención militar en Libia. Francia y Reino Unido respaldan a los llamados rebeldes, que son los que luchan por su dignidad, secuestrada por Gadafi desde que los insurgentes estaban en la cuna. No hay corriente de aire peor que la que enfría para siempre. Aquí hace frío hasta en la calle, pero en Libia van a quedar congelados muchos jóvenes. Las guerras los prefieren, aunque no desdeñen a nadie, y la ventolera no ha hecho más que empezar.