Baile español, clásico y flamenco en uno solo
La bailaora Olga Pericet fue capaz de transformarse para dar esplendor a una obra conceptual y de vanguardia
Actualizado:La conceptualización de la danza contemporánea pasa por definir los rasgos que la componen. Si a esto le sumamos la heterodoxia de la danza clásica y le añadimos la pluralidad del baile flamenco, el resultado se llama Olga Pericet.
La noche de ayer pudimos ver disfrutar un riguroso estreno de la obra 'Rosa, metal y ceniza'. Una fundición de baile y danza basada en un guión compuesto de tres escenas.
La primera de ellas, la rosa cordobesa. Una propuesta de clásico español con la colaboración de Jesús Caramés. Un paso a dos diseñado milimétricamente para Olga. Con espacio para la escuela bolera, la capacidad creativa de los dos bailaores viaja al siglo XIX rescatando las primigenias huellas del baile clásico con castañuelas. A partir del primer número, la obra no deja huecos ni transiciones opacas, sino que se convierten en una suma de partes integradas en una sola, cuyo recorrido argumenta de forma integral el espectáculo. La milonga 'La rosa de Marchena', sonó en la voz de José Ángel Carmona y la guitarra de Antonia Jiménez y antes de que nos diéramos cuenta ya estábamos de lleno en las cantiñas y mirabrás. Desaparecía y aparecía la menuda figura de Pericet dentro y fuera del extenso mantón con el que dibujó el baile. Una excusa para crear una estampa de una belleza impecable y pulcra, transparente. En este caso no bailó ella, lo hizo el mantón y ella se dejó llevar dentro de éste. Caramés volvió a pincelar una fina silueta dancística recreándose en la voz en off recitada, mientras el eco de Miguel Ortega se acordó de Vallejo en la taranta, que musicalizó Javier Patino y pulsó la luz para entrar en la segunda escena. Metal.
Juegos escénicos
Uno de los elementos que dio lucidez a la totalidad de las transiciones la contemplamos delante y detrás de una cortina, que diluía a los personajes que entraban y salían de la escena. Un simple juego escénico que dio mucho juego. Los pasos y mudanzas del metal, puesta en escena sobría, muda y cabal, esta vez del Planeta, en la voz de Carmona, nos regaló el momento flamenco de la noche. La liviana y la seguiriya posterior nos mostró la vanguardia, la explicación del flamenco expresado de forma muy conceptual, sin adornos. Un baile cultivado, con el sello de Marco Flores en la coreografía.
La colaboración de Jesús Fernández, ya lo vimos hace escasos días en la Sala Compañía como protagonista de su propio espectáculo, en formato bulería. Con el atrás al completo y Carmona acompañando con la mandola (este chico le da a todos los palos) la riqueza que este joven gaditano transmite es digna de tener muy en cuenta. Desplantes y chances toreros para dar espacio y tiempo al tercer y último capítulo. Ceniza.
Con bata de cola oscura, Olga Pericet volvió a ofrecer una mirada al futuro, al movimiento contemporáneo, que aún no ha llegado, al futuro visto desde el presente. Y es que la metamorfosis camaleónica de esta bailaora es impresionante. En cada escena es capaz de cambiar de registro, sin perder la elegancia. Con un paso a dos catártico, junto a Caramés dejó sitio para la soleá, la soleá petenera y la petenera es un fin de fiesta lúgubre, muerto en el tiempo, desafiando las leyes del flamenco. Pasividad hecha danza. Este espectáculo no fue sino la culminación de la bailaora en figura de primer nivel dentro del mundo flamenco. Un montaje que profundiza en la vanguardia de lo clásico, en lo contemporáneo y en lo añejo como forma de vida. Un espectáculo íntegro que emocionó a gran parte del público del Villamarta.