La cruz de la fiesta
La noche se salda con seis detenidos tras varias reyertas a lo largo de la madrugadaA pesar de la cantidad de jóvenes no se produjeron graves incidentes y tan solo se atendieron varias intoxicaciones etílicas
CÁDIZ. Actualizado: GuardarPasaban las once de la noche por pocos minutos, cuando una ambulancia entraba a toda prisa en la plaza de San Antonio. Hacía tiempo que el pregón de Julio Pardo se había acabado y sobre el escenario actuaba el primer premio de comparsa, 'Juana la Loca' de Tino Tovar. En una de las esquinas de la plaza había unos jóvenes rodeando en círculo a una compañera. Allí se detuvo el vehículo. Había comenzado el ir y venir de los sanitarios para atender las múltiples intoxicaciones etílicas que se registraron en torno a la noche más larga de todo el Carnaval, aquella en la que se amanece y que se ha convertido en una marea de jóvenes de todas partes, para realizar un macrobotellón en las principales plazas del centro histórico.
A pesar de que nuevamente se registró un récord de asistencia, con unas 320.000 personas en el centro, en esta ocasión no hubo que lamentar ningún accidente de gravedad más allá de las típicas intervenciones que realizan los cuerpos y fuerzas de Seguridad, que realizan un gran despliegue para que precisamente ese sea el resultado final y que se pueda repetir año tras año.
La relativa tranquilidad de la jornada se justifica en el número de detenciones que se realizaron durante la madrugada. Solo hubo seis y la mayoría estuvieron relacionadas con el destrozo del mobiliario urbano por parte de jóvenes que no encontraron otra forma de pasar mejor el tiempo.
Crazy Cádiz
Cuando el reloj marca las diez de la noche todo está ya dispuesto. En otros años esta hora suele ser la del colapso, aquella en la que la ciudad se comprime como si fuera un aparato de mp3 de dos 'gigas' al que se le pretende meter la filmografía de Steven Spilberg, aunque en esta ocasión no hubo ningún disfraz de película que sobresaliera sobre los demás.
Pero, no fue así. La planificación y la llegada escalonada que se produjo a lo largo del día y de la noche, evitó esa imagen de una circulación imposible para llegar al centro. A pesar del alto número de visitantes, dicen los agentes de la Policía Local que hubo mucho menos tráfico de vehículos privados que el pasado año (se registraron alrededor de 40.000 vehículos), mientras que sí se ha percibido un gran incremento del uso de los autobuses. Como ejemplo destacaron que el aparcamiento de autobuses de Astilleros se llenó a las seis de la tarde, mientras que el de San Felipe, colgó el cartel de completo sobre las 10 de la noche. Los autobuses que llegaron con posterioridad se fueron dirigiendo hacia la Zona Franca. En total se contabilizaron unos 160 autocares de diferentes puntos y destacaron sobre el resto aquellos que traían a personas de distintos lugares del mundo. Motivo por el que la Aduana se convirtió en territorio extranjero donde la madrugada perdió su acento gaditano para dar a la fiesta un color de piel más blanco de lo habitual.
Todos llevaban encima unos papeles en donde se les explicaba las principales zonas de la ciudad de forma resumida y sobre todo cómo volver para montarse en el autobús. La conclusión era clara: «Cádiz is crazy. Crazy Cádiz». Mary Jhonson, una estadounidense que estudia en Madrid, no paraba de repetirlo e incluso en castellano. Iba con tras amigos más y no dudó ni un momento en venir a los carnavales ya que le habían comentado que era una fiesta «llena de gente que hace lo que quiere con disfraz». Es la apreciación que tiene de lo que para los gaditanos es una religión.
¿Dónde está plaza España?
La masiva llegada de gente de fuera, y no solo extranjeros, sino de otros puntos de Andalucía y España como Madrid, Barcelona o incluso Bilbao, ha traído diferentes fenómenos en la ciudad. La primera de ellas es la concentración de personas en puntos muy determinados del centro y no típicamente carnavaleros. «Como no saben moverse por Cádiz pues se queden donde ven más gente», comentó una gaditana que venía del tablao de Candelaria. Lleva razón. San Juan de Dios, Plaza España, Mina y la Catedral. Los puntos donde más per
sonas se concentran. La razón es sencilla, falta conocimiento de la fiesta y de sus rincones. «Pregúntale a uno de Cádiz a dónde podemos ir», pero ayer resultaba complicado encontrar a un gaditano. Como coñetas escondidas al ver el peligro. La especie autóctona dejó que el ritmo del tres por cuatro perdiera la batalla ante el 'break beat' que salía de los potentes altavoces de los maleteros de los coches estacionados en plaza España.
Precisamente las labores de la Policía en ese lugar fueron más de resolver dudas y dar direcciones que la de intervenir ante peleas. «¿Perdona, me puedes decir dónde está la plaza de España?». La respuesta del Policía fue inmediata: «Primero tienes que darte la vuelta y entonces... ya has llegado».
El fenómeno de la botella
A las ambulancias les resultaba imposible acceder a las zonas céntricas de las plazas, por ello cada cinco minutos había un grupo de jóvenes que traían en brazos a una persona sin consciencia que los agentes iban agrupando de forma ordenada según la gravedad para que fueran atendido por los sanitarios. El ruido de sirenas por Canalejas era constante iluminando las vías de Cádiz de tonos naranjas y azules.
De cuando en cuando los agentes aparcaban la amabilidad con la que atendían a los visitantes para colocarse el casco blanco y actuar por reyertas que cuando llegaban ya se habían disueltos. Aún así, localizaban a los posibles infractores y los cacheaban para templar los ánimos, sin encontrar nada en sus bolsillos y dejándolos marchar una vez que eran identificados.
A ciertas horas de la madrugada comenzó el fenómeno de las botellas volando. En la plaza Mina se produjo a las cuatro de la mañana y creó una pequeña estampida de jóvenes corriendo de un lado para otro dejando el lugar casi vacío por unos instantes. Algunos tuvieron mala suerte y recibieron el impacto sin que le produjera heridas más allá de un corte en la nariz. Así transcurrió una noche tranquila incluso en la punta que a la una de la madrugada estaba desierta.