Voto de desobediencia
Actualizado: GuardarAparecen confortadores síntomas de rebeldía en la llamada sociedad civil, que se niega a ser mandada por sus componentes más bárbaros. Ya está bien de que nos digan lo que tenemos que hacer lo señores que no hacen más que declaraciones. Cataluña y Madrid son las precursoras del motín que se está produciendo a bordo del zozobrante barco nacional, que lleva una buena temporada haciendo aguas. El plan de ahorro energético ha sido la espoleta. Mañana se aprobará, si el tiempo no lo impide, el plan de ahorro que establece la reducción del límite máximo de velocidad a 110 kilómetros por hora, para que nos pueda adelantar Contador en sus entrenamientos, y se rebaja el 5% en las tarifas del tren, para que podamos optar por el transporte en burro, donde todo es ventanilla.
Las más importantes masas encefálicas situadas en el poder son bastante grises, pero pueden poco. Nada si las masas se rebelan. De momento, la señora Aguirre y el señor Mas, que tienen una exquisita sensibilidad económica, se niegan a rebajar los billetes del tren y del metro. Las tarifas son sagradas, aunque sus gobiernos sean laicos. El pueblo, eso que llamamos pueblo, según Nietzsche, es el rodeo que da la naturaleza para conseguir una persona de genio, pero en España estamos dando demasiadas vueltas y revueltas y no conseguimos otra cosa que seleccionar a los más tontos de la excursión. ¿Por qué no elegimos a los mejores en vez de quejarnos? Nuestra disculpa es bastante convincente: los mejores no se presenta. Tienen la extravagancia de ganarse la vida honradamente. Empezamos a estar hartos de tanta sumisión y como dice mi amigo Juan Bas, que además es de la cofradía del ‘dry Martini’, hay que iniciar la contraofensiva. No sea que además de no dejarnos fumar no nos dejen ir por las aceras si no llevamos las manos en los bolsillos. El mando debe ser siempre «un anexo de la ejemplaridad» y estos cretinos tienen dos especialidades: no dar trabajo a nadie y dar mal ejemplo a todos.