El Xerez no quiere ganar
Actualizado: GuardarCuando no se quiere, no se puede. El Xerez volvió ayer a echar por tierra una oportunidad para hacer olvidar las derrotas y alegrar de una vez por todas a una afición que ya clama dimisión, la de Javi López. El conjunto azulino volvió a verse superado por un equipo que no tuvo mucho que hacer para llevarse los tres puntos de un Chapín que ya ha dejado escapar mucha renta. Y todo con el mismo guion. Se adelantan los xerecistas, llega la pájara, llegan los goles visitantes y se acabó el partido.
En la previa del encuentro ya se rumoreaba de los cambios que el equipo iba a sufrir para evitar el mal de altura que ha provocado que el Xerez haya encadenado una racha de hasta tres partidos perdiendo. Había que cambiar, renovarse o morir, hacer lo imposible para no caer en la monotonía de la derrota, los fantasmas del pasado. Por ello, Javi López tiró de librillo. ¿Recuerdan esa forma de jugar que no terminó de convencer al técnico del Xerez en pretemporada? Pues ayer la retomó. Jugar por banda, con toque rápido y criterio desde la defensa. El catalán sorprendió a propios y extraños cuando varió las posiciones de sus jugadores de ataque. Pablo Redondo a la izquierda, Capi en el centro y Óscar Díaz en la derecha. Fue el madrileño el primero en entender la estrategia, ya que en diez minutos remató contra la portería de Rubén. Dos lanzamientos lejanos previos al gol.
Los xerecistas daban el primer gol rápido, en el minuto diez. Un saque de esquina sacado por Capi lo remata Leandro de aquella manera y el rechace lo aprovecha Óscar para animar a la escasamente poblada grada de Chapín con el primer gol. En tiempo de guerra cualquier boquete es trinchera, como se suele decir, y ayer la parroquia parecía estar contenta con poco que ofrecieran los jugadores. Y eso que el Nàstic apretaba, sobre todo en el centro del campo con Rodri, Bergantiños y Seoane, grandullones que intimidaban a los jugones ayer del Xerez, Héctor Font y Bruno Herrero. Los rojillos querían aprovechar el bajón habitual de los xerecistas en la primera mitad, aunque eran incapaces de saltar la muralla azulina. Echaba de menos Oliva el desborde de Morán, ausente ayer por sanción, más aún cuando Óscar Díaz roza el segundo con un gran lanzamiento de falta.
Pero a partir de ahí, el Nàstic se aprendió la lección y viendo que al Xerez no le apetecía matar el partido, Powel, aprovechando una mala salida de Chema, puso las tablas en el marcador a un minuto del descanso con un fuerte testarazo en un saque de falta. Balón parado y primera parte, mala mezcla para los azulinos que pagaban con puntos la pájara ya habitual. Malas caras y camino a los vestuarios, una tónica que preocupa ya en un equipo que dejó escapar más de veinte minutos en la primera parte. Nada nuevo, por otro lado.
Y el guion no cambio tras el descanso. De hecho, era el Nàstic el dueño del balón y el ‘tiki taka’ inicial del Xerez moría con un lanzamiento lejano hacia el ataque, un regate de Capi sobre sí mismo o un fugaz cambio de ritmo de Óscar que no llevaba a nada. Bueno sí, al segundo tanto visitante. Felipe Sanchón hace lo que quiere por banda derecha, nadie le presiona y, previa bicicleta, se la cruza a Chema. Remontaban los catalanes al comprobar que el Xerez ha arrojado la toalla, a pesar del cambio de discurso, y ya ni tan siquiera se apuntan a eso de soñar por el ascenso. ¿Para qué? Sobre todo al ver que la grada lo paga todo con el entrenador, olvidándose de ellos. Los jugadores ya comenzaron a hacer la guerra por su cuenta. Cuarenta minutos por delante, todo un mundo, y el equipo era todo un poema. Solo unos tibios aplausos cuando el equipo se vino arriba con la entrada de Antoñito, poco más que contar al margen de un lanzamiento de falta que roza el palo de la meta del Nàstic.
Oliva sabía que el Xerez ya no peleaba ante su equipo por el empate, peleaba contra sí mismo, contra la obsesión del que lleva sin ganar cuatro partidos, el mismo que no va a hablar de algo más allá de los 50 puntos, cosa que chirría ya. Y es que el criterio xerecista se murió en el minuto 86, cuando Antoñito pierde el balón cuando intenta dar un taconazo, parte del público se marcha y la grada clama la dimisión de Javi López. Parecía que el equipo ya perdía por cinco, y tiene el empate a tiro. Pero en la cabeza del jugador del Xerez ya no estaba ese punto miserable que al menos hubiera servido para romper la dinámica. Ni mucho menos. Pero lo peor es que seguramente tampoco esté en el partido que el domingo puede terminar de hundir a un bloque que parece haberle dado la espalda a su entrenador.