![](/cadiz/prensa/noticias/201103/02/fotos/5276890.jpg)
Haití también tiene sed
Actualizado: GuardarSobrevive en la Tierra un país que ha sufrido la explotación, la dictadura en su lado más perverso, la opresión, la pobreza absoluta, la enfermedad, la fuerza desgarradora de la naturaleza y, por último, la falta de agua. Haití ha estado a un paso de morir de casi todo y ahora se muere de sed, un problema en el que España pondrá buena parte de la solución, mediante un titánico proyecto sin ánimo de lucro que quiere dotar de agua potable a toda la región de Puerto Príncipe. Habrá dinero español (el que financia la Agencia Española de Cooperación al Desarrollo junto al Banco Iberoamericano de Desarrollo) y manos españolas. Decenas de ingenieros de Agbar (Aguas de Barcelona) participan en un gran despliegue junto a su empresa matriz Suez Environment para ayudar a la República de Haití a recuperar su red de aguas y saneamiento. Durante tres años, ingenieros españoles trabajarán en la isla para restablecer el suministro a tres millones de habitantes y asesorarán a la Dirección de Aguas Públicas y Saneamiento del país.
Van a necesitar mucha ayuda. Toda. Aún no existe un cálculo de lo que costará la obra, pero se calcula que poner en marcha el servicio en el país entero costaría más de 2.000 millones de euros. Y no sólo necesita inversiones, sino «proyectos de infraestructuras, 'know-how' y muchas manos». Habla el gerente de la misión, Alexandre Brailowsky. El reto se parece mucho a construir sobre la nada. Porque antes de que la tierra se resquebrajase con el terremoto de enero de 2010, la red de aguas era lo más parecido a un colador insalubre del que hoy, después de décadas de miseria, dejadez y falta de recursos, no quedan más que las migas.
Haiti es la tierra encargada de demostrar los límites del aguante del ser humano. El terremoto no dejó piedra sobre piedra, luego vinieron el huracán y el cólera para quemar un suelo que las dictaduras y la desigualdad habían dejado yermo. Luego, la sed. Vengan cifras: en Europa se consumen unos 50 litros de agua por persona y día. Según la OMS, la cantidad que necesita una persona para sobrevivir es de 20 litros por persona y día. En Haiti viven con un tercio, el que lo recibe: la mitad de lo que sale de las depuradoras se pierde o se contamina en una red desahuciada. «Nuestro objetivo es llegar a multiplicar por tres el agua para acercarnos al mínimo de la supervivencia», explica Brailowsky.
Afortunadamente, el país bebe de fuentes alternativas de agua con las que la gente se intenta buscar la vida. Los nuevos oasis tienen forma de camiones cisterna, quioscos en los que se vende agua o sistemas individuales de potabilización que llegaron después del temblor.
Como con todo, la alegría va por barrios. Tienen suerte los que viven en la parte de la ciudad que da al mar. En los barrios como Ciudad Soleil en los que aún existe una red pueden abrir el grifo unas dos o tres horas durante la semana. Y es un lujo.
Más cara que el colegio
«No tener ni agua es algo difícil de entender para gentes de otros países», admite Brailowsky. Puede ser peor. Después del terremoto se formaron de manera espontánea campamentos como Champ de Mars en los que se hacinaron miles de personas que vieron todo lo suyo reducido a escombros. Allí siguen. En esas condiciones, lo más lógico es acudir a un camión cisterna, aunque para el viaje tengan que invertir unas seis horas de media (dos de ida, dos de vuelta y dos de espera). Otra opción es conseguir una garrafa con un precio que siempre es alto para alguien que no tiene nada. «Beber agua de una garrafa es más caro que llevar a los niños al colegio». Con esas cartas encima de la mesa, muchos optan por la desesperada: beber agua de los ríos, de los charcos, un líquido insalubre plagado de enfermedades, entre ellas el cólera.
Cuando los ingenieros terminen su obra, se volverán a sus países de origen. Entonces, los grifos de Haití tendrán que funcionar solos. Tampoco será fácil. «La red tiene que poder mantenerse o de lo contrario, se perderá». Hay que encontrar personas preparadas dentro. Hasta tendrán que formarlas: «Necesitamos expertos en dirección e ingenieros hidráulicos», admite Brailowsky.