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La enfermera ucraniana amante del dictador se refugia en Kiev
Actualizado: GuardarNi era tan joven, ni tan rubia, ni tan despampanante como nos la habían descrito los papeles de Wikileaks, pero si hay alguien que conoce los secretos de Gadafi esa es Galina Kolotnítskaya, la enfermera ucraniana que ha sido algo más que la sombra del dictador libio los últimos nueve años. Hace unos días, Kolotnítskaya, de 39 años, llegaba discretamente al aeropuerto de Kiev, donde fue recogida por unos familiares que rápidamente la metieron en un coche. La enfermera que lo sabe todo de Gadafi se ha atrincherado en el viejo piso de su madre, un modesto apartamento de un dormitorio en Brovary, una localidad de la periferia de Kiev. En breve se trasladará junto a su hija Tatiana, de 21 años, y su madre, Irina, a un piso nuevo de cuatro habitaciones que ha comprado con el dinero ganado en Libia. El secretismo de su llegada no ha durado mucho y un enjambre de periodistas y paparazzis cercan la vivienda a la espera de fotografiar a esta mujer que saltó a las páginas de los periódicos el pasado mes de noviembre, cuando Wikileaks publicó un nuevo cable diplomático, en el que el embajador norteamericano en Trípoli, Gene Cretz, la calificaba de «rubia voluptuosa» e informaba a Washington de que podría ser una de las amantes de Muamar el Gadafi. Le acompañaba en todos sus viajes, tanto dentro como fuera del país, ya que «era la única que conocía bien su rutina».
Pero ahora Kolotnítskaya le ha dejado plantado: regresó el domingo a su país natal a bordo de un avión fletado por el Ministerio de Protección Civil ucraniano para evacuar a sus compatriotas del convulso país magrebí. La exuberante» rubia se niega a hacer declaraciones a los reporteros que desde entonces la persiguen. «No pienso contaros nada. Os estáis dedicando a difamarme diciendo que llegué borracha al aeropuerto después del vuelo y es todo mentira», advertía desde detrás de la puerta del apartamento, cerrada a cal y canto. Irina Koshéyeva, su madre, llegaba poco después lanzando improperios contra los informadores e invistiendo a uno de los cámaras.
La mujer también se queja de «las mentiras que se están difundiendo sobre mi hija». Irina asegura que Galina jamás mantuvo relación alguna con Gadafi, «salvo la puramente profesional como enfermera». El embajador norteamericano sostenía, en cambio, que Gadafi dependía «obsesivamente de las personas de su entorno», en el que Kolotnítskaya ocupaba un lugar preeminente, ejerciendo una especial influencia. El carácter «hipocondríaco» del sátrapa libio explicaría ese apego a su equipo médico. Pero, según el telegrama enviado desde Trípoli al Departamento de Estado, de las cuatro enfermeras a su servicio, Kolotnítskaya era en la que más confiaba el coronel e incluso se apunta que ambos habrían mantenido un «romance».
«Mamá era una más»
Lo que sí reconoce Tatiana y otras personas próximas a Kolotnítskaya es que su dedicación al dictador era total. «Tenía que estar pendiente de él las 24 horas del día, a veces ininterrumpidamente durante semanas y especialmente cuando iba a descansar al desierto».
Svetlana Krakóvskaya, amiga de Kolotnítskaya desde la infancia, declaró el lunes al primer canal ruso que «no hacía más que trabajar, apenas tenía tiempo para sí misma y las vacaciones no le duraban más de una semana».
Por eso nadie se explica cómo Gadafi la ha dejado marchar. Se especula con la posibilidad de que el Ministerio de Exteriores ucraniano hiciera una gestión ante las autoridades libias exigiendo que todos sus ciudadanos, incluidas las enfermeras del equipo médico del dictador, pudieran abandonar el país sin cortapisas.
El avión en el que Kolotnítskaya regresó a Kiev en la madrugada del domingo transportaba a otras 122 personas. Era ya el tercer vuelo organizado por el Ministerio de Protección Civil desde el comienzo de la revuelta. Según datos oficiales, en el país norteafricano había 3.000 trabajadores ucranianos y todavía quedan unos 300.
Se ganó su favor
Tamara Grigórevna, vecina de Kolotnítskaya, asegura conocerla desde que era una niña. Según sus palabras, partió hacia Libia hace nueve años. Primero trabajó en un hospital y más tarde fue reclutada por Gadafi, pero casi nadie sabe cómo. Al parecer, en uno de los atentados sufridos por el dictador resultó gravemente herido uno de sus colaboradores. Dicen que Kolotnítskaya logró salvarle la vida y se ganó así el favor del coronel. La enfermera ucraniana pasó todos estos años separada de su familia. Su madre y su hija han vivido juntas en Brovary y, según Tatiana, «telefoneaba casi a diario». El modesto piso cuenta solo con un salón y un dormitorio. El edificio, que muestra claros síntomas de deterioro, tiene cinco plantas y fue construido a comienzos de los años 60, en la época de Nikita Jrushiov.
No obstante, según asegura Tatiana, su madre pudo acumular suficiente dinero para adquirir una vivienda mejor, esta vez de cuatro habitaciones en el centro de Brovary. Se piensan mudar pronto, pero la localización de la nueva casa se mantiene en el más absoluto secreto. Aunque, según el testimonio de uno de los pasajeros que llegaron el domingo al aeropuerto kievita de Boríspol junto con la enfermera, su intención es volver pronto a Libia. Kolotnítskaya está convencida de que Gadafi logrará extinguir la revuelta y conservar el liderazgo. Su madre, Irina, sin embargo, ha dicho que no quiere que vuelva a salir de Ucrania otra vez.
Krakóvskaya cuenta que Kolotnítskaya «tuvo siempre espíritu aventurero». Antes de su partida hacia Libia participó en una expedición a la Antártida. Tenía entonces 25 años y se acababa de separar de su marido. El salario que recibía como enfermera en el hospital del Ministerio de Defensa era insuficiente para sacar adelante a Tatiana, que entonces tenía 7 años.
Nikolái Starinets, uno de sus compañeros durante la singladura al Polo Sur, relata que Kolotnítskaya «hizo de todo, no solo fue nuestra enfermera, sino también la cocinera y trabajó duro quitando la nieve. Tenía tendencia a coger peso y trataba de quemar calorías haciendo todo tipo de ejercicio físico».
Una de sus profesoras en el colegio confirmaba el martes al canal de televisión ruso NTV que Kolotnítskaya «sufría un cierto complejo porque siempre fue rellenita». Pese a ello, Tamara Grigórevna certifica que la enfermera «ha sido siempre una mujer atractiva y sensual, no me extraña que le gustara a Gadafi».
Todos esperan que Galina empiece a hablar y a contar cosas sobre su vida junto al tirano. El corresponsal de la cadena NTV decía el martes que, tarde o temprano, «tendrá que escribir sus memorias. Todos lo estamos esperando y ganará un dinero con ello».
Sin embargo, según una tradición que arranca de la época soviética, ninguna persona que haya servido a un alto dirigente tiene derecho a desvelar sus manías y misterios. En aquellos tenebrosos tiempos violar esa ley no escrita podía costar la vida al infractor. Evidentemente, las cosas no son ya así, pero la memoria genética permanece. Si Gadafi sale de esta y a Kolotnítskaya se le soltara la lengua, lo que menos costaría es encontrar sicarios, en la propia Ucrania o en cualquier otra antigua república de la URSS.