opinión

Carta a Ana Rosa

Usted ha tenido un buen éxito para el negocio; pero eso tiene poco que ver con el periodismo

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Estimada señora Quintana: He leído sus declaraciones, llenas de orgullo, por el éxito de arrancar una confesión de asesinato a una discapacitada psíquica fuera de su refugio en un centro de caridad: «Hemos dado la noticia que todo periodista hubiera querido dar». Enhorabuena por el lujo de disfrutar de ese momento mágico en que un profesional siente el roce invisible de la gloria, como el astrónomo que pone nombre a una estrella tras una vida en el telescopio o el velocista al ver el crono por debajo de diez segundos. Es evidente que goza usted ahora de esa felicidad incomparable; porque en definitiva, como decía el viejo Tolstoi, la felicidad no es hacer realmente lo que se quiere, sino querer realmente lo que se hace. Y se ve cuánto ha disfrutado usted al trabajarse esa exclusiva estelar que a algunos catedráticos de ética les ha cortado la respiración pero que a usted le ha oxigenado la autoestima hasta pensar que ha dado, nada menos, «la noticia que todo periodista hubiera querido dar». Tal vez es el momento de decirle hasta qué extremo está equivocada. Sin duda muchos empresarios y ejecutivos le aplaudirán, pero esa no es la noticia que todo periodista querría firmar. Se trata de un buen trabajo para hacer caja, pero no un buen trabajo.

La lógica del éxito es peligrosa. Un especulador financiero o un matón también pueden celebrar sus triunfos tras agredir a la sociedad. Complete el silogismo y mírese en ese espejo. La confesión del crimen arrancada sin escrúpulos a una discapacitada desvalida no es la noticia que haría brindar a todo periodista; pero si así fuese, eso solo delataría la degradación del oficio, no el mérito de hacerlo. No obstante, hay otra clase de periodistas a los que todavía les inspira más contar el progreso científico o una catástrofe humanitaria. Algunos incluso creen todavía equivocadamente, como el maestro Kapucisnki, que «para ejercer bien el periodismo hay que ser, ante todo, buenos seres humanos». Nada que ver con lo suyo, no se preocupe; solo se trata de reporteros en general malpagados y anónimos sin una cuenta de resultados digna de atención. Ellos se empecinan en recordar, como solía repetir el gran Jean Marie Colombani, que el peor de los males modernos del periodismo es que la sociedad confunda información y comunicación. Usted ha tenido un buen éxito para el negocio; pero eso tiene poco que ver con el periodismo. Graham Greene reservaba una dura palabra para esa prostitución conceptual. Es todo. Enhorabuena de nuevo por su felicidad en estos momentos tras ese ‘scoop’. Sin duda es un hito que enseñaremos en las clases de Periodismo, aunque, eso sí, no precisamente para enseñar qué es el buen periodismo.