Al aire de su vuelo
Actualizado: GuardarLa paloma de la paz transita espacios tan altos que nadie puede darle a la caza alcance. Quizá los que lograron capturarla en ese intermedio que hay entre dos guerras se la comieron con arroz, pero el caso es que se sigue hablando mucho de ella. Gracias al Espíritu Santo y a Picasso no pierde actualidad. Góngora la llamó «ave lasciva», ya que el zureo es un reclamo. Parece que las palomas están siempre pensando en lo mismo, aunque la fama se la lleven las gallinas. El aire, que en un tiempo era de todos, ha sido parcelado y Estados Unidos quiere prohibir el vuelo de los aviones libios para impedir que el régimen de Muamar el Gadafi acabe con todos sus súbditos. A eso le llaman «régimen de exclusión aérea» y se pretende que la medida sea respaldada por el Consejo de Seguridad de la ONU. Veremos a ver en que queda eso y cuántos quedan para contarlo.
Soñó Kant con una paz perpetua. Más humildemente, mi amiga Gloria Fuertes quería ir a la guerra «para pararla». No hay ninguna conducta humana que tenga mayor tradición. Aunque la hayan odiado las madres, la practica todo hijo de vecino, quizá más por obligación que por devoción, ya que no es cierto que a los soldados les guste especialmente. Es un argumento falso, basado en que gran cantidad de ellos no vuelven. «Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad» es una buena consigna, pero ¿dónde están esos hombres? Habrá que buscarlos por el aire y prohibirles que sigan bombardeando. La aviación de Gadafi sobrevuela las zonas insurgentes, que ya son más que las adictas al tirano y además controlan al sector petrolero, que es el que más importa. Los muertos entierran a sus muertos, pero los vivos siguen teniendo que acudir a las gasolineras. Nuestra anhelada y quimérica recuperación económica depende en gran parte del precio del combustible. Si suben los carburantes aumenta el euribor. Miremos al cielo de Libia. Si sigue poblado de cazabombarderos nativos, el incendio llegará hasta nosotros. Y no tenemos mangueras.