TINTA
Actualizado: GuardarRecuerdan aquel anuncio que decía que un diamante es para siempre? Creo que irónicamente ese eslogan vino a coincidir con la época en la que se aprobó la ley del divorcio en España y el matrimonio, éste sí, dejó de ser para siempre. Así que, convertido el vínculo matrimonial en algo perfectamente soluble, solo quedaban dos pruebas de amor permanentes e inalterables: el diamante y el tatuaje. Hasta que llegó el rayo láser. Hoy los tatuajes se borran (o al menos, se emborronan y resultan ilegibles). Hoy nadie habría compuesto ese maravilloso tango que dice: «Mira mi brazo tatuado con este nombre de mujer; ella me quiso y me ha olvidado, etc.», porque la que mira el brazo del marinero podría perfectamente replicar: «Vale, pues bórratelo de una vez». Hoy, puede que el diamante sí, pero el tatuaje desde luego ya no es para siempre. Y, sin embargo (o quizá por eso) cada vez hay más gente, entre ellos muchísimos famosos que se tatúan haciendo alarde de algo definitivo. Lo hizo Angelina Jolie con su anterior marido, Billy Bob Thornton, y luego, ya separada de él y enamorada de Brad Pitt, lo mandó eliminar. Lo malo es que no espabiló y siguió llenándose el cuerpo de letreros como si fuera un tablón de anuncios. Ahora Eduardo Cruz, ese chico que no acaba de despuntar como músico, pero lleva una carrera fulgurante como hermano de Penélope, se ha tatuado el nombre de 'Eva' en un brazo en honor de Eva Longoria. ¿Precipitado? No, no, que ya llevan dos meses juntos... Eva por su parte está tratando de borrarse los tatuajes de 'amor eterno' que se grabó al casarse con Tony Parker, con el que duró año y medio. David Beckham acaba de dejarse perpetrar el tatuaje número 19: un Cristo (nunca mejor dicho) sujeto por unos angelitos que dice que simbolizan a sus hijos.
Lo peor de Beckham no es que se haga tatuajes sino que intente explicarlos. Personalmente, no entiendo esa afición compulsiva. Quizá porque, como periodista, ya hay demasiada tinta en mi vida como para encima tener que inyectarme una sobredosis.